Villa Mandarinas recibió a la Chaîne des Rôtisseurs

Magnífico escenario tuvo Chaîne des Rôtisseurs para su comida mensual
  • Se presentó una fusión de cocina molecular con cocina tradicional

 

Por: Miguel Ángel Ocaña Reyes

Una magnífica vista de la bahía de Banderas y un clima templado recibieron a la cofradía de gastrónomos más importante de Puerto Vallarta y la región en Villa Mandarinas, donde el anfitrión, el arquitecto Alberto Álvarez Valdivia sorprendió a los miembros de la Chaîne des Rôtisseurs en su comida mensual.

Puntuales como es su costumbre, los cófrades hicieron honor al juramento de la Chaîne des Rôtisseurs y reforzaron el valor de la amistad durante el coctel de bienvenida que no pudo ser más que cautivante por el agraciado panorama que ofreció a los asistentes, así como por las bebidas con las que fueron recibidos, la infusión Villa Mandarinas, pepino y raicilla de San Sebastián y cerveza artesanal maximiliana para abrir apetito.

En esta ocasión el chef Eusebio Cuevas acompañado por Diego Muñoz prepararon un menú en el que hicieron una fusión entre comida molecular y cocina tradicional lleno de sorpresas para el paladar de los expertos gastrónomos que se mostraron contentos ante la experiencia culinaria.

Al pasar a la mesa los asistentes degustaron como primer platillo un shot de erizo, infusión de azafrán con galleta de ajo, maridado delicadamente con un chardonnay Tomaresca 2016 de Puglia Italia.

Para el segundo tiempo se presentó un aguachile de callo de hacha con mango, aguacate y chile verde que se complementó con un Elena Walch, de Vigneti delle Dolomitti Italia.

El tercer tiempo hizo honor a la cocina yucateca con un huachinango al pibil con texturas de piña que también se disfrutó con un Elena Walch, de Vigneti delle Dolomitti Italia.

El siguiente plato fue un filete de res en salsa de tuétano, la especialidad de Villa Mandarinas, maridado con un vino Eremo de la bodega italiana Fontanafredda.

Para cerrar con broche de oro, el postre no podía ser menos especial, un crème brûlée de zapote negro y helado de vainilla maridado con un Prosecco de la bodega Villa Sandi.

Como en cada ocasión, los asistentes honraron el arte de la cocina y la cultura de la mesa cultivando la fraternidad y el respeto.