Tener la iniciativa
Psicosíntesis / Demetrio Hernández Llamas / Psicólogo
Desde hace buen tiempo se viene planteando en las Universidades, que la formación de líderes emprendedores es un reto necesario a lograr, más que solo formar buenos profesionistas o técnicos para integrarse a las grandes empresas o al gobierno, es decir, favorecer el desarrollo de competencias, digamos las herramientas, para que puedan crear su propia empresa como profesionales más que solo hacerlos buenos empleados calificados.
Lo cierto es que en la realidad las cantidades de profesionistas que egresan de la Universidades y que se integran como empleados, o que sueñan con hacerlo aún son muy grandes, en relación a quienes han logrado emprender una empresa relacionada con su formación.
En nuestra sociedad habremos de estar planteándonos este reto de manera permanente y desde todos los ángulos posibles, lo más tempranamente factible. Uno de ellos es cuando los niños se inician en la vida social, generalmente ocurre en el ingreso al preescolar, desde entonces el proceso formativo en colaboración con los padres tendría que hacer énfasis en el desarrollo de la creatividad, básicamente en lo que a ellos más les interesa que es las actividades de juego, pero estas acciones no siempre se planean y ejecutan con el cuidado de generar que los niños desarrollen su iniciativa en todos los casos, o cuando algunos niños muestran poca disposición a participar de manera decidida en los trabajos escolares no parece ser una gran preocupación para algunos educadores.
Cuando indagamos qué es lo que impide la participación creativa y libre de estos alumnos, es muy probable encontrar que el núcleo familiar ejerce de manera definitiva una fuerte influencia para que esta inhibición de los niños aparezca. Un ejemplo es cuando los padres de estos pequeños juegan muy poco de manera interactiva con sus hijos, esto seguramente que provoca que los niños no tengan mucho entusiasmo por las actividades de la escuela que generalmente son de juegos colectivos, de inventiva y de creatividad.
Regularmente los niños de contextos pobres en estimulación lúdica, tenderán a ser más pasivos al momento de participar en las actividades, es decir, se integrarán a la dinámica solo a partir de que sean otros los que han iniciado los juegos o acciones, no antes, sus ocurrencias serán más limitadas por lo general, tal vez muestren con mayor frecuencia una actitud de estar aburridos, de alguna manera esto sería producto de ese vínculo social más tendiente a la actitud de dependencia, ya que esperan que sean los otros quienes los integren a juegos, que sean los otros quienes se encarguen de hacer de su tiempo un rato más agradable.
Esta actitud de baja iniciativa, debe ser objeto de observación y ocupación para las maestras y los padres de estos niños, ya que esta forma de convivir e interactuar, limitará mucho sus posibilidades en la vida adulta.
Favorecer que los niños sean buenos jugadores es lo más encomiable, otorgarles esos trucos que los adultos ya se saben, orientarlos a la perfección, a ser más diestros en cualquiera de las actividades propias de los menores, es esa la función formadora que tendrá sus mayores efectos a futuro.
Si la educadora y los padres también reproducen este esquema de ser muy pasivos, con poca iniciativa, dependientes de los otros, y que suelen estar culpando a los demás de sus desgracias o errores, cuando son muy temerosos para emprender algún proyecto, ya sea por temores o por no tener una idea de cómo hacerlo, seguramente que el efecto en los niños a su cargo podría ser más complicado acceder a ser creativos y a desarrollar la iniciativa. Desde estas etapas se tendría que iniciar el trabajo para que en la Universidad se pueda lograr la aspiración de formar egresados emprendedores.
Saber enseñar a los niños a jugar bien, con iniciativas, de formas divertidas y variadas, darles la oportunidad de experimentarse como exitosos en los juegos, no es otra cosa que prepararlos para el mismo juego de la vida futura, donde puede propiciarse la diferencia entre ser empleado o ser empleador, entre copiar o ser creativo, entre esperar pasivamente o buscar activamente eso que llamamos la felicidad.
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