¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?

Empresa Familiar / Por: C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas

El trabajolismo puede parecer una cualidad en el corto plazo, sin embargo, con el tiempo se transformará en un problema que debilitará a la organización y al empleado.

“Qué importante es cuidarte bien a ti mismo, tu bienestar físico, mental y espiritual. Es difícil de hacer. Es más fácil ser un adicto al trabajo que tener una vida verdaderamente balanceada”.

Quentin Bryce

Las largas jornadas en la oficina siempre son vistas con buenos ojos por los superiores, debido a que se les relaciona con una alta productividad… pero detrás de este comportamiento puede haber un problema que afecta profundamente a las empresas e individuos.

Obtener un empleo que permita a las personas acceder a una vida digna, así como concederles una identidad y pertenencia a un grupo es una meta a la que una gran mayoría aspira. En este sentido, el trabajo se transforma en una fuente de autorrealización y una forma de hacerse patente ante la sociedad. En suma, es una parte muy importante de nuestras vidas.

No obstante, también puede dar pie a un problema cada vez más común en nuestra época: el trabajolismo. Dicho término fue acuñado por el psicólogo Wayne Oates en 1971, bajo el anglicismo workaholic, y lo definió como la compulsión o la imperante necesidad de trabajar; un símil de la relación de los alcohólicos con la bebida.

Aunque esta condición aún no ha sido reconocida plenamente como un trastorno por la psicología o psiquiatría, dicho problema ha sido estudiado y documentado para poder identificar sus síntomas y consecuencias que tienen sobre las sociedades y, especialmente, en los individuos.

¿Qué es el trabajolismo?

¿A qué empleador no le gustaría que sus trabajadores pasen más horas en la oficina? Es muy sencillo confundir el trabajolismo con el compromiso laboral, debido a que a primera vista comparten rasgos similares. Por ejemplo, tanto el laboradicto como una persona con una fuerte motivación a su trabajo, dedican más esfuerzo y tiempo a su labor que los demás. La diferencia estriba en las motivaciones.

Mientras que una persona comprometida con su trabajo encuentra un placer intrínseco en realizar cada una de sus metas laborales, el laboradicto siente una compulsión por trabajar más, aun cuando no exista una presión externa o un fin económico. Se trata de metas autoimpuestas que no terminan.

Otro punto que sirve para crear una distinción son las emociones que experimentan ambos grupos dentro y fuera de la oficina. Los laboradictos, por lo general, muestran ansiedad, estrés, enojo y constante decepción, así como culpabilidad cuando no están trabajando. Llama la atención la falta de emociones positivas y, cuando estas ocurren, son vistas como un alivio en vez de un motivo para alegrarse y festejar con sus compañeros de trabajo, amigos o familia.

Finalmente, otro punto que define al laboradicto es como su conducta impacta su vida personal. Sus relaciones interpersonales comienzan a desvanecerse por las largas horas en la oficina, y su salud se debilitará por el estrés, falta de sueño y mala alimentación, lo que crea el terreno perfecto para la aparición de enfermedades.

El trabajolismo puede parecer una cualidad en el corto plazo; sin embargo, esta situación se transformará con el tiempo en un problema que debilitará a la organización al evitar que los trabajadores se desempeñen adecuadamente y se afecten otras dimensiones de sus vidas.

El trabajolismo es un problema global y en Japón ha alcanzado niveles alarmantes, al punto que se le denominó Karoshi, es decir, muerte por exceso de trabajo. En un mercado laboral tan competitivo, como en el país del sol naciente, los empleados cubrían hasta 100 horas extras al mes sin paga, lo que disparó la tasa de mortalidad por complicaciones derivadas del dicho problema.

Esto desencadenó una serie de reformas laborales en dicho país e intentos por parte de las empresas de disuadir a los empleados de evitar esta práctica. Sin duda, este problema exige esfuerzos para que los individuos se desempeñen correctamente en su lugar de trabajo sin descuidar otras áreas de sus vidas y se deben reconocer sus síntomas para poder tratarlo. “Soy una adicta al trabajo, así que ignoro las señales de fatiga y sigo adelante y adelante, y luego caigo dormida cuando llegue a casa. Se puede poner muy estresante”. Keke Palmer