Urbanismo en Barcelona

Estar en Barcelona permite experimentar la adopción de políticas urbanas encaminadas a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes

Estar en Barcelona permite experimentar la adopción de políticas urbanas encaminadas a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, de humanizar los entornos y atender la complejidad de la convivencia social en el contexto europeo y mediterráneo.

La escuela de urbanismo barcelonesa tiene más de un siglo y comenzó a consolidarse con la ampliación del antiguo tejido medieval (de calles estrechas y escasa higiene) a partir de una traza de manzanas reticulares diseñada por Ildefons Cerdá. El llamado “Ensanche” constituyó más que un proyecto de expansión para convertirse en una dinámica red de relaciones entre el territorio y sus habitantes, aspecto que sigue vigente.

Otra característica de Barcelona es su capacidad para innovar y adecuarse a los cambios que suceden en su proceso evolutivo. Desde la organización de los Juegos Olímpicos en 1992 hasta hoy, se mantiene vigente el deseo de adecuar el marco construido con igualdad y armonía.

La forma más clara para lograrlo ha sido crear una cultura de vivencia del espacio público. Por toda la ciudad hay parques, plazas y lugares de encuentro para la comunidad materializadas con una gran calidad en el diseño; muchos de estos espacios son pequeños en dimensión, pero enormes en la atención a las necesidades de los usuarios. Con ello se comprueba que no hace falta una gran inversión y que la adecuada instalación de bancas, vegetación, mezcla de usos y visibilidad crea espacios memorables. Vale subrayar que el financiamiento del espacio público ha surgido de las obras de urbanización mediante la captura de la plusvalía generada.

También llama la atención el alto nivel de detalle en el diseño urbano: cada banqueta, carril y cruce está construido con altos índices de calidad, promoviendo una lectura homogénea independientemente del lugar donde uno se encuentre. En particular, destaca la relación que guarda la dimensión de las calles con la altura de los edificios, lograda con acierto a partir de una escala con sentido humano prevaleciendo la funcionalidad y la búsqueda de la belleza. Para que el diseño urbano sea efectivo, es vital que los ciudadanos lo cuiden y respeten. Y ello sucede en Barcelona; por ejemplo, cuando el peatón tiene derecho de paso, los vehículos se detienen, reconociendo el valor individual de cada usuario.

La Ciudad Condal es rica en patrimonio cultural y arquitectónico. Son tantos los edificios emblemáticos que no terminaríamos en nombrarlos. Aquí se encuentra casi toda la obra de Antoni Gaudí, teniendo en la Sagrada Familia su obra más visitada y que sigue en construcción asombrando a propios y extraños por la potencia de su espacio creador. Pero también está la Casa Milá, Batlló y el Parque Güell, obras representativas de la historia de la arquitectura.

Por la suma de estos atributos, Barcelona es uno de los destinos turísticos preferidos en Europa y en el mundo, aún en tiempos de pandemia. Si bien el turismo aporta beneficios económicos también muestra su lado corrosivo, existiendo un fuerte debate sobre los impactos generados por la actividad. Una de las manifestaciones indeseables es la gentrificación, entendida como la sustitución de los habitantes tradicionales por otros de mayor capacidad económica, dinámica que amplía la desigualdad en la vivencia del territorio. 

A pesar de ello, la fortaleza institucional y comunitaria permiten capotear las adversidades que enfrenta y seguirá enfrentando la bella Barcelona.