Una despedida que aún no lo es

Educación y parentalidad / Dr. Jesús Cabral Araiza

Amable lector, si tiene la oportunidad de hablar y sonreír con sus progenitores, hágalo, y aplique toda la empatía posible

“El amor de una madre es como la paz. No necesita ser adquirido, no necesita ser merecido.” Erich Fromm

He de confesar y por motivos que pueden parecer meramente egoístas, tratar de referirme al amor de las madres por sus hijos, de sus hijos por sus madres y del amor a mi madre en particular. Y es que en fechas recientes mi madre ha tenido un episodio vascular cerebral de pronóstico reservado, complicándose con una neumonía y a sus 82 años el panorama no pinta bien.

En ese contexto y estando regularmente distante geográficamente de ella, los pensamientos negativos y tristes vienen con más frecuencia a mí de lo que quisiera. Sin embargo, y en una visita reciente al hospital, justamente mi madre no dejó de sorprenderme, con un ánimo y sentido del humor como si gozara de cabal salud. Lo interpreto como una señal de madurez y satisfactoria resignación del deber cumplido, pues como igual me lo ha señalado, una madre siempre se preocupa por sus hijos, no importa la edad.

Su sola imagen de una mujer pequeña me asombra, pues fue capaz de criar a una hija de la que el padre se fue. Enseguida, juntarse con un hombre ya con tres hijos y sacarlos adelante -según sus palabras- y posteriormente tener ¡otros cuatro!! Claro es que toda comparación es injusta y odiosa, dadas las circunstancias de crianza, los estilos parentales, las expectativas mucho más estrechas para las mujeres décadas atrás, pero el amor incondicional de una madre se sabe sobreponer a toda adversidad, lo vi y lo viví.

Por ello no pueda más que tener palabras de agradecimiento y amor para con mi madre, que desde su perspectiva religiosa, siempre me encomienda y manda bendición, claro es que le pido apuntar bien, pues de Guadalajara a Vallarta puede haber un fallo en la dirección del envió. Nada desanima a esta fuerte mujer, ni el trabajo titánico de la crianza, la preocupación económica permanente para dar cobijo, techo, alimento y educación a todos, y mantener el optimismo que igual me consta lo heredó de mi abuela, quien era otra guerrera de la vida.

Otro aspecto de la vida que he aprendido de mi madre, es tratar de hacer el bien a todo mundo, esas buenas obras nos harán mejores personas, de acuerdo igual a sus palabras. Y aunque he tratado de ser y seguir el buen ejemplo que ha pausado para todos sus hijos, he de confesar que eventualmente tampoco era el mejor hijo, pero ella sabía siempre cómo reconvenirme y aguantar los embates, principalmente en la adolescencia.

Amable lector, si tiene la oportunidad de hablar y sonreír con sus progenitores, hágalo, no será tiempo perdido, escúchelos, aunque no este de acuerdo, aplique toda la empatía posible, pues nadie en la vida volverá a verlo y protegerlo como sus padres. No espere a que una enfermedad o accidente congregue obligatoriamente a la familia. Por mi parte haré lo propio y espero mi madre pueda salir de esta batalla médica y hacerle sentir todo el agradecimiento que tengo hacia con ella y poder replicarlo como ella sabiamente me enseñó. Gracias madre por todos tus cuidados, enseñanzas y amor, te amo mucho y siempre así será.