Responsabilidad afectiva

SanaMente / Ana Paula González Toledo / Médico Psiquiatra

La responsabilidad afectiva, tiene que ver con una plena consciencia de las decisiones que tomamos en relación con otros y su posible afectación

Se necesita de dos personas adultas y responsables para que una relación sea sana. Tener una pareja no responsiva, significa que se está dentro de una relación desigual, donde los deberes de todo tipo dependerán más de un integrante que del otro. Al mencionar la palabra deberes me refiero tanto a las actividades cotidianas como a las necesidades psicológicas, emocionales, económicas y sexuales.

Cuando un miembro de la pareja es menos responsable en cualquiera de esas áreas que el otro, la relación no solo se desgastará, sino que la persona que se hace cargo puede desarrollar enfermedades crónicas degenerativas secundarias al estrés de larga duración. Las más comunes son hipertensión arterial, depresión, ansiedad.

La responsabilidad afectiva, tiene que ver con una plena consciencia de las decisiones que tomamos en relación con otros y su posible afectación, de manera positiva o negativa, en ellos. Por lo tanto, la capacidad de comunicar tanto de las necesidades y deseos propios, como de escuchar los de las otras personas, hacen parte de ser responsables afectivamente. Ser responsable afectivamente implica, entonces, hacernos cargo de nuestras propias emociones y actos en nuestras relaciones. Responsabilizarnos con los demás y con nosotros mismos, facilitará la manera como desarrollamos nuestra vida emocional.

Algunas prácticas responsables afectivamente:

Construir una comunicación clara y honesta: A la hora de expresar nuestra forma de ver las cosas, de manifestar cómo nos sentimos con respecto a determinadas actitudes, acciones o circunstancias, es importante sentar las bases para poder expresarnos cómodamente.

Asimilar las consecuencias de nuestros actos: Parece algo obvio, pero no lo es. Muchas veces no somos verdaderamente conscientes de que lo que hacemos puede afectar a otros. A nivel emocional, por ejemplo, algunas actitudes o actos pueden causar en los demás desde falsas ilusiones hasta alegrías genuinas. En cualquier caso, debemos asumir y, sobre todo, asimilar los efectos de lo que hacemos.

Trazar límites: Los límites en las relaciones interpersonales son fundamentales para un ejercicio afectivo sano y de reciprocidad. La ausencia de estos devendrá en problemas de distintas índoles. Límites en las relaciones: ¿por qué es importante establecerlos y respetarlos?

Cuidado mutuo: La responsabilidad afectiva implica el cuidado mutuo. Cuidar al otro, especialmente, de uno mismo. Esto no significa que uno deba hacerse cargo de las emociones del otro. Si la claridad y la comunicación ha sido una práctica constante, cada uno debe responsabilizarse de sus emociones, pero también de no ocasionar afectaciones negativas en el otro. 

Validar al otro: El ejercicio de la validación es también central cuando buscamos ser responsables a nivel afectivo. Impedir que el otro exprese o no validar sus emociones, son prácticas que deben evitarse para impedir conflictos y todo tipo de problemas asociados a una relación afectiva.

No engañar: El engaño es una conducta de amplio espectro, pero engaña tanto el que oculta sus emociones cuando dice manifestarlas, como el que busca causar una emoción en el otro sin que pretenda corresponderla. Intentar ser coherentes y sinceros es siempre recomendable, especialmente para nuestro propio bienestar.

La responsabilidad afectiva, es más que necesaria en los distintos tipos de vínculos, no solo en los románticos, sino también en los de amistad o los familiares. La ética propia no se riñe con la libertad, al contrario, ambos son dos caras de la misma moneda.