“Pintar para mí es una manera de vivir”: Ada Colorina

Ada Incháurregi Ávalos es una figura fundamental en el panorama artístico de Puerto Vallarta

“No me gustaría que me recordaran, más bien que quedaran los cuadros y que le alegraran a alguien la casa, su vida, su espacio, porque de eso se trata, de transmitir lo mejor de ti para hacer a alguien más feliz, hacerlo sentir bien.”

Miguel Ángel Ocaña Reyes

Ada Incháurregi Ávalos es una figura fundamental en el panorama artístico de Puerto Vallarta, su bien definido y característico estilo, así como su trayectoria, la han consolidado como una de las artistas vallartenses más talentosas y destacadas gracias a su trabajo que ha traspasado fronteras.

Poseedora de una personalidad sencilla e íntima, Ada Colorina es una mujer que no necesita aspavientos para llamar la atención, su trabajo habla por ella, pues desde muy tierna edad ya dejaba ver su talento y un estilo muy peculiar que le ha ganado la admiración y propios y extraños.

Ada es hija de Daniel Incháurregui Bernal y de María Guadalupe Ávalos Gómez, su padre originario de Guadalupe Zacatecas fue su primera influencia en la pintura. Mujer de sonrisa fácil y constante, comparte sus orígenes en una charla espontánea y sin poses.

¿Cómo descubre la pintura tu papá?

A él le gustaba la pintura desde que era niño, eso me lo platicaba él. Él nada más hizo su primaria en Guadalupe Zacatecas, pero siempre dibujaba, compraba libros para aprender a pintar óleo paso a paso, así fue  como él aprendió a pintar cuando era joven; aparte le gustaba tocar la guitarra, incluso participó en un trío en Zacatecas. Tiempo después se fue a vivir a Guadalajara donde trabajó de muchas cosas, dice mi mamá que era un mil usos, trabajó de tránsito, de plomero, a todo le hacía, total que con el tiempo se viene a Vallarta porque tenía un amigo que hacía esculturas en coco, una especie de retrato de la gente, se vinieron a Puerto Vallarta en los sesentas, aquí conoció a mi mamá y aquí se quedó, ya nací en el setenta.

Él pintaba en el hotel Río, pintaba para los señores Covarrubias en la joyería Azteca, ellos lo ayudaron mucho para que vendiera su obra.

“Pintar para mí es una manera de vivir, no sé cómo se puede decir, es una actividad que es parte de mí, como comer, como pasear, es algo que está conmigo…”

¿Siempre tuvo sensibilidad para el arte?

Siempre, fue muy bohemio también, él falleció a los 49 años cuando yo tenía 14, con su muerte yo guardé pinceles, pinturas y todo, porque pensé, “se acabó, yo ya no voy a pintar”, porque finalmente nunca pensé que yo iba a ser pintora, yo tenía la idea de ser ama de casa, tener muchos hijos, etcétera, pero no, ya ves que el destino te pone los caminos.

Yo cuidaba niños, me acuerdo de que cuidaba los niños de los vecinos, ahí estábamos, teníamos nuestra casita y me acuerdo que una vez vino una americana que la había mandado una señora a buscarme que porque ella había conocido a mi papá y decía que había conocido una niña que pintaba y que ya me había comprado cuadros, porque mi papá tenía un estudio, primero lo tuvo en la calle Independencia, y después tuvo otra en la calle Guerrero, ahí estaba asociado con Gaby Vergara, cuando él cerró el estudio se vino para acá, fue una época difícil para él, entonces comenzó a tomar mucho, eso fue lo que lo llevó a la tumba. Esa señora lo conoció en ese estudio.

¿A qué edad empezaste a pintar?

Empecé a pintar como a los siete u ocho años, porque me acuerdo que ya en la escuela me gustaba hacer copias, yo quería dibujar bien, como mi papá, pero no podía, me daba coraje, entonces en la primaria ya hacía dibujos, me la llevaba dibujando, pero era inconsciente…

“…yo de lo que más me acuerdo es que me gustaban las escenas de bodas, de fiestas, que tenían tantos elementos, tantos personajitos, y luego las corridas de toros, las charreadas, veía cada personaje que hacían en el papel amate, a mí me encantaba eso…”

¿Tu papá te enseñó a dibujar?

No, al contrario, yo veía que les daba clases a Verónica Rangel, que también es pintora, Ireri Topete estuvo también con él en su taller, yo veía cómo les daba clases y yo me salía, por eso me dice Ireri, “yo me acuerdo que tú nomás querías que te diera para comprar una nieve”, yo era medio caprichosa, y cuando la señora vino y me preguntó si tenía pinturas mías, le respondí que sí, porque la señora decía que tenía cuadros de mi papá y míos, pero mi papá me ayudaba, por eso te digo que cuando él murió guardé todo porque ¿yo sola cómo?, porque yo manchaba los lienzos, y ya los detalles él me ayudaba a hacerlo mejor, porque quería pintarlo bien hecho, y ya ves los papás, no era muy duro que digamos, pero sí recuerdo que estaba yo muy chiquilla y no quería que me moviera de donde él estaba, decía, “usted se sienta aquí y no se me va a mover”, tenía que estar junto a él para estarlo viendo pintar, era como su mascotita (sonríe divertida), pero yo digo que empecé como a los nueve años a pintar porque ya empecé a vender mis cuadros a esa edad.

Recuerdo que estaba yo muy chiquilla y no quería que me moviera de donde él estaba, decía, “usted se sienta aquí y no se me va a mover”, yo tenía que estar junto a él para estarlo viendo pintar, era como su mascotita (sonríe divertida)”

¿Y qué pasó con la gringa?

Bueno, pues ella mandó a esta señora que también era pintora, se llama Elisa, para decirme que yo tenía que seguir pintando, pero yo me negaba, ahora ella me platica: “me quedé maravillada de tus cuadros y tú cuidando niños…”

¿Alguna vez imaginaste que vivirías del arte?

La verdad es que no, un amigo me dice, “tú no te la crees”, es algo que ya traigo, pero sí, ya voy a empezar a creérmelo.

¿De qué manera te cambia la muerte de tu padre?

Fue muy duro, fue un shock, me sentía muy sola y con mucho enojo, por eso dije, “ya no voy a pintar, ya no voy a hacer nada”, por eso te dijo que todo quedó debajo de la cama, hasta sus cuadros de él, tengo como 50 dibujos y unos cinco cuadros, de hecho, aquí tengo algunos de la colección de Lolita Covarrubias.

La segunda vez que vino la señora le llevé los cuadros y me los compraron, los que tenía ahí guardados, y la señora me dijo, “nosotros te queremos ayudar, queremos que estudies, queremos llevarte a Estados Unidos, a Europa, donde tú quieras”, y yo le dije, “no, cómo cree”, no quise ir, pero eso sí, nada más quería  visitar Estados Unidos, a ver qué era Estados Unidos, me llevaron y me siguieron apoyando, ellos me traían pinturas, me traían lo que necesitara para seguir pintando, se llaman Jim y Bonnie Miller, ellos son de Ohio pero tenían casas en Arizona, California y aquí. Ellos fueron mis mecenas hasta que tuve mi hija a los 19 años, fui dos  veces con ellos a Estados Unidos, estuve allá con Elisa, que es amiga de ellos y también pinta, ella fue como una guía, me decía, “cuida un poquito aquí, un poquito allá”, que no los llenara tanto, porque yo los cuadros los hacía saturados y ella me decía “déjalos respirar”, ya ves cómo es el lenguaje de la pintura, ya con los años uno va valorando los consejos que le dan a uno, fue como una maestra para mí.

“Fue muy duro, fue un shock, me sentía muy sola y con mucho enojo, por eso dije, “ya no voy a pintar, ya no voy a hacer nada”

¿Cuándo empezaste a vivir de la pintura?

Yo empecé a vender, pero no para sobrevivir, con lo poquito que aprendí de inglés me metí a tiendas a trabajar de vendedora, y trabajaba y pintaba, cuando logré poner unos cuadros en una tienda y empecé en Galería Uno, y ahí me decían que yo no tenía que poner cuadros en ningún lado, así era muy difícil, porque cuando no se vendía, pues no se vendía, por eso trabajaba donde podía…

¿Nunca te has creído el ser una pintora?

No…

¿Por qué?

Quién sabe, uno ya es así (sonríe divertida), yo creo que a veces le falta a uno salir del círculo donde está para agarrar otros aires y creérsela, pero para mí yo siento yo es parte de hacer algo que es parte de tu vida, algo sencillo…

¿Qué es para ti pintar?

Pintar para mí es una manera de vivir, no sé cómo se puede decir, es una actividad que es parte de mí, como comer, como pasear, es algo que está conmigo…

¿Podrías vivir sin pintar?

No creo, no, porque me pongo así (crispa las manos), es casi como una necesidad ya, antes no lo sentía porque estaba haciendo otras cosas y garabateaba, o estaba pensando en otra cosa, creo que hay algo a los que les gusta pintar, o inconscientemente el arte, que buscan algo que los conecte con la naturaleza, porque yo me acuerdo que me gustaba irme para el cerro, me iba sola, me gustaba traer coquitos de aceite, y ahora pues ¡qué voy a estar yendo!, pero era algo así como estar muy metida en mí misma.

“Empecé a pintar como a los siete u ocho años, porque me acuerdo que ya en la escuela me gustaba hacer copias, yo quería dibujar bien, como mi papá, pero no podía, me daba coraje…”

¿Cuándo definiste tu estilo?

Cuando salí de la secundaria pinté muchos árboles, en la ETI gané un concurso en el que pinté un árbol, ese era el estilo que tenía, ya pintaba yo la naturaleza, pero de lo que también me habían comprado era del estilo de los monitos…

¿Cómo le llamas a tu estilo?

Ay pues yo le digo arte popular, pero me dicen que es naif, y muchos dicen que es primitivo… yo siento que es arte popular, porque yo pinto la calle, el pueblo, las escenas más íntimas, el interior de una casa, mis perros y mis gatos, es algo más íntimo, pero en mi estilo.

¿Dónde notaste tu cambio?

Este cambio se dio en el estudio de mi papá en la calle Guerrero, porque a él le gustaba comprarles a los artesanos que traían papel amate y bueno, por eso me dicen, “ay, es muy de Lepe”, y pues sí, pero yo creo que cuando uno está chico, uno va observando y vas viendo qué es lo que te gusta y vas retomando de lo que ves, porque yo de lo que más me acuerdo es que me gustaban las escenas de bodas, de fiestas, que tenían tantos elementos, tantos personajitos, y luego las corridas de toros, las charreadas, veía cada personaje que hacían en el papel amate, a mí me encantaba eso, y aparte de eso exponía con mi papá Regino Carrillo, quien también ayudaba a Manuel Lepe, era uno de sus ayudantes, y él pintaba estilo del pintor francés Rousseau, y cuando me empezaron a mostrar las pinturas de ese pintor francés a mí me encantó porque eran como escenas de noche misteriosas, pero también me gustaba mucho lo que hacía mi papá, muy realista, yo quería hacerlo y no podía, y yo opté por hacer algo más “fácil”, en vez de echarle más ganas para hacerlo más real, porque yo las pintaba y me salían así las figuras, me acuerdo que peleaba y mi papá me decía, “así está bien”, y él les daba retoques y me hacía los cuadros, y yo seguía haciendo ese estilo porque era lo que más se vendía, lo demás no se vendía, entonces así seguí haciendo las cosas, y yo empezaba a visualizar mis imágenes, me iba al río y lo pintaba, veía a mi mamá, a los perros, los gatos, a todos los personajes y así los pintaba, mi papá hacía mucho los techos de Vallarta y la iglesia, y yo le ponía gatos, perros, plantas, y me gustaba, así empezó a gustarme ese estilo.

“Yo le digo arte popular, pero me dicen que es naif, y muchos dicen que es primitivo… yo siento que es arte popular, porque yo pinto la calle, el pueblo, las escenas más íntimas, el interior de una casa, mis perros y mis gatos, es algo más íntimo, pero en mi estilo”

¿Tuviste una educación formal de artista?

No, nada más lo que me iban sugiriendo, ya aquí en los talleres con la maestra Ireri, el maestro Fernando Sánchez, Sergio, aquí en Cultura traían maestros a dar talleres y yo trataba de entrar, fui con Aceves Navarro, Nunik Sauret, Rubén Arguijo, Agustín Castro y otros maestros con quienes he ido aprendiendo, de escuchar lo que dicen, y además de los compañeros pintores he aprendido mucho, de verlos pintar, de como dicen ellos, ver sus mundos.

¿Qué fue lo más importante que aprendiste de tu papá?

Lo primero fue a pintar, y lo segundo a amar la vida, a estar bien con las personas, con la gente, a amar la naturaleza, porque a él le encantaba, de hecho él no quería una casa de concreto, teníamos casa de palapa, le gustaba lo natural, él era muy así, vivíamos junto a un arroyito, ahí lavábamos, vivíamos así, en un lugar muy bonito, como en un sueño, ahora lo puedo ver y no lo apreciamos en ese momento, él era muy así de amar la naturaleza, de la convivencia, era de hacer fiestas, era muy bohemio, eso es lo que aprendí de él.

¿Cómo te gustaría ser recordada?

No me gustaría que me recordaran, más bien que quedaran los cuadros y que le alegraran a alguien la casa, su vida, su espacio, porque de eso se trata, de transmitir lo mejor de ti para hacer a alguien más feliz, hacerlo sentir bien.