La paraplejia en la legislación animal

ConCiencia Animal / MVZ. Carlos Arturo Martínez Jiménez

Aunque sea muy complejo y difícil, puede que nos toque ver que camine de la paraplejia en la que está la legislación animal

México tiene como país a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, la Ley General de Vida Silvestre y la Ley Federal de Sanidad Animal, además que actualmente 28 entidades federativas cuentan con diversas legislaciones que establecen las disposiciones de orden público e interés social para proteger a los animales, garantizar su bienestar, brindarles atención, buen trato, manutención, alojamiento, desarrollo natural, salud y evitarles el maltrato, la crueldad y el sufrimiento.

Sin embargo, la gran mayoría de las leyes estatales y municipales tienen varios padecimientos que hacen que su impartición o ejecución sean de cierta forma inverosímiles y absurdas, ya que dichos padecimientos yacen precisamente en el ya mencionado cuadro de las causas genéricas del maltrato animal, un esquema tan visionario que se ve reflejado hacia todos los estratos sociales y sobre todas las formas de abordar los temas socioeconómicos, políticos e incluso como es el caso, legislativos,

Y es que ante la muy notoria falta de criterio y profundidad científica en las perspectivas para una adecuada y eficaz legislatura en materia, las cuatro causas que son la ignorancia, la inexperiencia, la incompetencia y la inconsideración, han hecho que desde leyes hasta reglamentos sean solo artículos de pensamiento mágicos, ideologías dogmáticas y de manera más grave, hasta pautas que ponen en riesgo la salud pública o ecosistemas locales o regionales.

Todo esto es artífice primordialmente de iniciativas o propuestas de ley asentadas por personas sin preparación alguna, y solo con el sustento de sus creencias, ideologías mal informadas, y la percepción de sus emociones apoyados y promovidos por legisladores, tanto locales, estatales y federales, que solo buscan el truco populista de una tendencia que está de moda, y que muy pocas veces analizan su viabilidad o sus consecuencias a corto, mediano y largo plazo por encontrar un pedacito de empatía en la doble moral de la ciudadanía que le puede dar un voto.

Y es que conceptos que por fuera son tan emotivos y esperanzadores como “En este municipio no matamos animales”, “esterilizaciones gratuitas y masivas”, o “donaciones alimentarias”, son nociones vacías, abyectas y hasta peligrosas, ya que si tomamos en cuenta todos los aspectos y matices que se ocultan en ellas, encontraremos paradójicamente maltrato animal, muerte de otras especies, irresponsabilidad social, zoonosis y hasta narcotráfico, todo esto bajo el mantra lisérgico de “por lo que no tienen voz”.

Es momento que, sobre todo los políticos, dejen de buscar la salida fácil del tecito de opio que ofrecen gran parte de las personas autodenominadas animalistas, y afronten la realidad que se vive en torno a los animales, si bien se les puede tomar en cuenta para pulir las leyes, su ignorancia, inexperiencia e incompetencia no debe permear en las bases de dichas leyes, y apoyarse totalmente de los profesionales de la materia, los cuales conocen que el camino no es una fantasía, sino una cruel realidad que tendrá soluciones a corto, mediano y largo plazo, con personal capacitado que haga que las autoridades judiciales no caigan en la inconsideración, estadísticas para saber en dónde estamos y hacia dónde vamos, y no en la tibia e inútil subjetividad de resultados con la que emergió la Subdirección de Bienestar Animal en el puerto.

Estamos ante una oportunidad como pocas en la que hay esta conciencia y visión de algunos políticos, y que los profesionales han tomado más experiencia y estudios más profundos en la materia, y hacer que, aunque sea muy complejo y difícil, puede que nos toque ver que camine de la paraplejia en la que está la legislación animal.