La dignidad del ser humano

Consejos de una abuelita moderna / Por un México mejor

Una persona sin dignidad, por desgracia está condenada a que otros abusen continuamente de ella; por eso suplico que, si éste es tu caso, es hora de decir ¡hasta aquí!, y recuperarla lo más pronto posible.

Es de suma importancia recobrar la dignidad del ser humano, y para poder hacerlo, sólo basta iniciar ahora, ¡con uno mismo! Comenzando con amarnos, querernos, valorarnos y respetarnos, para que así seamos con los demás. Aunque les mencionaré que no es nada fácil, sobre todo si nacieron en una casa donde la violencia familiar es practicada a toda hora, por eso les diré que el costumbrismo es tan poderoso, que es difícil cambiar de la noche a la mañana, ¡pero no imposible!

Por eso suplico de la manera más atenta que antes de practicar el “amor libre”, que en realidad viene siendo un sexo libertino, por un “calentamiento global fugaz e irresponsable”, por favor piensen que hasta puede venir al mundo un hijo no deseado, y esa pobre criatura está destinada desde antes de nacer, a sufrir en una forma indescriptible, porque si a pesar de los intentos de abortar, logra vencer todos los obstáculos… ¡No le será nada fácil su vida en éste enigmático Planeta Tierra! Pero si cuando  crece y por su cuenta, con constancia, dedicación y perseverancia… ¡Puede recobrar la dignidad del ser humano y aprender a ser feliz!

¡Aumentan en forma desproporcionada el número de padres menores desesperados con hijos no deseados!

Y por desgracia, como son hijos de “niños“, que por un juego o por experimentar ese “sexo” que aprenden en las escuelas, o tal vez  simplemente por querer sacar un “excelente promedio en esa materia”… ¡muchas menores han quedado embarazadas!, y según la educación o moral casera, los futuros abuelos o abuelas jóvenes, reaccionan en formas diferentes: Pueden desde correrlas de su casa; algunos padres amorosos, les aconsejan tener a ese ángel terrenal tratando de ayudar y proteger a su hijita, o simplemente la vida de esa menor va perdiendo la dignidad del ser humano, convirtiéndose en un títere  de la familia, soportando severas críticas, rechazos y burlas, pero no se ponen a pensar en lo que afectan al futuro bebé que también sufre en el vientre de su madre, y peor tantito, si su papá se desliga de toda responsabilidad o le recomienda a la chica que lo aborte.

En caso de que nazca, por lo regular, como esos chicos se convirtieron de la noche a la mañana en adultos “menores”, con responsabilidades de mayores, difícilmente llegan a ser felices, porque es divino el tener hijos por amor, pero por desgracia es una lacra tener un hijo no deseado, sobre todo en esa edad en que ¡no han madurado!; porque al estar embarazadas, ya no vuelven a ser esos menores felices dispuestos a gozar del tesoro de su juventud y de su preciada libertad, porque  su absurdo “libertinaje” se ha convertido en un gran dolor y remordimiento que difícilmente se logra superar, por eso algunos chicos que no han recibido el apoyo necesario, por miedo al castigo paterno, se van de su casa y cuando deambulan por las calles, son presas de gran violencia de los facinerosos, de las drogas, etcétera…

Otros que se llevan a vivir a la chica a las casas de sus padres, se vuelven tan violentos porque en realidad no aman a esa chica, y ese lugar se convierte ¡en un infierno!… con gritos, maltratos, denigrando a toda hora a la madre de su bebé, y eso no terminará, porque por desgracia ese ángel terrenal está condenado a seguir halando cadenas hasta que quiera recobrar la dignidad del ser humano.

Todos los adultos somos responsables de la pérdida de la inocencia, al permitir que los maestros impartan en forma grupal a nuestros hijos esa materia… Porque la educación sexual de un ángel terrenal es un derecho y obligación de los padres para con los hijos, ¡y de nadie más!, ya que el respeto, el amor, los valores éticos y cívicos se succionan desde el vientre materno… Si evitamos a toda costa que se pierda la dignidad del ser humano, desde su concepción… ¡tendremos un México mejor!, con mujeres y hombres dignos de toda admiración y respeto, no solo en nuestra adorada Patria, ¡sino en el mundo entero.

Cariñosamente Ana I.