La costa de Oaxaca

Visitar la costa oaxaqueña es una explosión para los sentidos
La Ciudad Imaginada Por: Dr. José Alfonso Baños Francia

Nuestro país es rico en expresiones culturales y lugares que seducen a nuestros sentidos. La gran diversidad de elementos naturales aunados a la peculiaridad de nuestra historia nos concede la capacidad de sorprendernos en muchos de los rincones esparcidos a lo largo de la geografía nacional.

Uno de los estados emblemáticos es Oaxaca, crisol de razas y escenarios, envueltos en una compleja topografía. La capital tiene muchos atributos memorables como el convento de Santo Domingo, la Catedral o el templo de la Soledad. Si a ello le agregamos la variada gastronomía y sus bebidas (en particular el mezcal), la fórmula es perfecta para atraer a miles de visitantes.

Vale mencionar la extensión y belleza de su costa, que aún mantiene un halo de misterio por haberse mantenido relativamente inexplorada, a pesar de que uno de los primeros Centros Integralmente Planeados (CIP) de Fonatur se emplazó en Huatulco.

Para los amantes del surfeo y la vida relajada, Puerto Escondido emerge como el lugar para estar. Entre las playas más populares destaca Zicatela, compuesta por una barra muy extensa donde la potencia de las olas en mar abierto despliega retos para los surfistas. También está Carrizalillo, ubicada en una caleta resguardada por altos acantilados y que es muy visitada por locales y turistas. 

Si continuamos el recorrido por la costa oaxaqueña, encontraremos La Ventanilla y en ella, un fragmento de litoral que parece detenido en el tiempo, manteniendo una condición prístina y de poco desarrollo recreativo, para gozo de sus afortunados paseantes.

Un poco más adelante, está Mazunte, paraíso de viajeros de bajo presupuesto y aficionados a la vida en contacto con la naturaleza y que cuenta con reconocimiento como Pueblo Mágico. En la Punta Cometa es posible admirar los majestuosos atardeceres a los que nos tiene acostumbrados el océano Pacífico, y por las noches, la escena bohemia es amplia y diversa.

A un lado se encuentra San Agustinillo, desplegada en pequeñas bahías rodeadas de rocas que parecen esculpidas por el viento y donde un porcentaje importante de los residentes aún viven de la actividad pesquera. En caso de llevar algún visor o equipamiento de submarinismo, el asombro está garantizado por la claridad del agua del mar y la amplia disponibilidad de peces de todos tamaños y colores.

Cerca está Zipolite, conocida mundialmente por ser un destino donde es permitido el nudismo. Su fama comenzó en la década de los años 70 del siglo pasado al ser frecuentada por hippies y amantes de la vida al aire libre. Hoy mantiene su encanto por la diversidad de visitantes y el cobijo de lugares maravillosos como la Playa del Amor.

Y para cerrar esta narrativa, nos detenemos en Puerto Ángel, desplegado en torno a una pequeña bahía cuyos orígenes se remontan al periodo colonial, cuando fue utilizada como un punto estratégico para el comercio y la pesca. En la tranquilidad del lugar, destacan playas como el Panteón, Estacahuite o la Mina del Ángel.

Visitar la costa oaxaqueña es una explosión para los sentidos. También es una pausa entre tantas tragedias que acontecen todos los días en México, permitiendo fortalecer el ánimo y recargar las baterías en estos territorios con tanta belleza.