Grafiti, contaminación visual sin control

Miguel Ángel Ocaña Reyes

  • Un problema que afecta la imagen de Vallarta como destino turístico

Una manifestación urbana que a últimas fechas se ha extendido por todo Puerto Vallarta, afeando sus calles, deteriorando su imagen, y por supuesto, disminuyendo la calidad de vida, es el grafiti, inscripciones de pintura sobre propiedades públicas o privadas, paredes, autos, puertas, mobiliario urbano, o cualquier espacio aprovechable para ser rayado.

Uno de los argumentos que esgrimen los grafiteros y algunos defensores de la contracultura, es que los grafitis son manifestaciones artísticas y culturales que contienen elementos de un proceso creativo, en parte eso es cierto, pues en algunas zonas de la ciudad, los creadores de esta expresión urbana realizan verdaderas obras de arte, sin embargo en Puerto Vallarta la mayoría de sus calles están llenas de simples firmas (tags) que demarcan el territorio de vándalos, o rayones con la simple intención de manifestar una idea “romántica” o poco clara, que se convierte en un acto vandálico de daño a la propiedad privada o pública.

Y aunque en algunas entidades del país se ha legislado para castigar o reglamentar el grafiti, así como brindando espacios especiales a los grafiteros, en Puerto Vallarta se han hecho esfuerzos que no han sido suficientes, ya que ni siquiera se le señala en el Reglamento de Policía y Buen Gobierno, donde lo más cercano se encuentra en el Artículo 25  que considera faltas al orden y a la seguridad pública en su inciso IV. Causar cualquier tipo de molestia o daño en las personas o sus bienes; o en el Artículo 27  en el que se consideran faltas a la prestación de servicios públicos municipales y bienes de propiedad municipal, el inciso VI. Maltratar, ensuciar o hacer uso indebido de las fachadas de edificios públicos; y el inciso XI que dice: Causar cualquier tipo de daños a bienes de propiedad municipal, sin embargo, no se menciona que el grafitear sea sancionable.

Ante tal situación día a día crece la indignación de los ciudadanos, que de la noche a la mañana ven su propiedad rayada, sin que se encuentre la forma de combatir de manera efectiva esta actividad que desafortunadamente está normalizándose, y que va en detrimento de la calidad de vida de los vallartenses y de la buena imagen que pudieran tener los turistas que visitan este destino.