El lado “conveniente” del feminismo

Aprendiendo a ser feliz / Hania Sosa / Psicóloga

Tenemos que cuidar que la balanza no termine volcándose hacia el otro lado, en donde la mujer se aproveche del hombre

Antes de empezar a generar demasiada polémica con el tema que abordaré en este artículo, me gustaría aclarar que soy una mujer que apoya totalmente el empoderamiento femenino, y que agradezco profundamente todas las luchas que se hacen día a día para seguir caminando hacia una verdadera equidad de género en todos los aspectos; pero aunado a esto, también me gusta defender lo que considero que es justo y de ahí es que surge mi interés en dar un poco de luz a un fenómeno que está ocurriendo a la par de los cambios que ha ido generando el feminismo con respecto a las relaciones de pareja.

Se sabe que el feminismo busca la equidad entre hombres y mujeres; que se otorguen los mismos derechos y oportunidades a ambos. Entonces, en lo que a las relaciones se refiere, esta equidad debería conseguir el equilibrio entre lo que los dos miembros de la pareja aportan a la relación… y es justo ahí donde de pronto no se tiene muy claro cuáles son las líneas que vuelven la relación equitativa o justa y empiezan a desbalancearse.

Me ha tocado atender a varias parejas en las que el varón se siente inconforme por el hecho de no percibir que la mujer esté siendo justa, particularmente en lo relacionado con la aportación económica y a la repartición de las responsabilidades o labores del hogar.

El escenario es de la siguiente manera: Los dos miembros de la pareja trabajan, pero el hombre tiene mayores ingresos que la mujer, y como los ingresos del hombre son bastante mayores que los de ella, él se hace cargo de todos los gastos del hogar. Sin embargo, como ambos trabajan, a la hora de tener que hacer las labores del hogar, la mujer espera que él también se involucre en ello, y ahí es en donde empieza a aparecer el conflicto.

La mujer piensa que el hombre no está siendo justo por el hecho de no querer participar de los quehaceres del hogar (tomando en cuenta que ella también trabaja y que no le pide dinero para sus gastos personales), y el hombre piensa que ella es la que no está siendo justa porque le pide involucrarse en los quehaceres sin tomar en cuenta que él se hace cargo de todos los gastos que surgen del diario vivir de ambos… y, como de ahí no se mueve ninguno, terminan por llegar al consultorio de psicología.

Esta problemática podría tener varias opciones de solución, pero el objetivo de éste artículo no es particularizar en ello, sino poner la luz en este tipo de situaciones en las que las mujeres, valiéndose de la bandera del feminismo, pierden de vista la verdadera equidad cayendo en el lado conveniente.

Parece un tema absurdo y de fácil solución, pero existen diferentes variantes de este tema que surgen con frecuencia en los espacios de psicoterapia; por lo tanto, valdría la pena que no perdamos de vista que el feminismo real busca la equidad entre hombres y mujeres; y que al interior de la pareja, en esta relación entre unos y otros, tenemos que cuidar que la balanza no termine volcándose hacia el otro lado, en donde la mujer se aproveche del hombre, porque eso tampoco es feminismo. Cuidado con eso.