Día de Muertos

Voceros Incansables / Por Félix Fernando Baños

Calavera Garbancera de José Guadalupe Posada (1912), Sueño de una tarde de verano de Diego Rivera y Catrina de Juan Torres Calderón

Esta vez haremos eco al rumboso festejo del Día de Muertos que duró dos semanas en Puerto Vallarta, más una de pilón, ya que la Catrina monumental, inscrita este año de 2022 en el Libro Guinness de los Récords, continuó luciéndose otros siete días en el Centro.

Desde que se fundó Puerto Vallarta, la celebración de los difuntos era un acontecimiento familiar, de resonancia comunitaria. Los velorios se hacían en las casas de los fallecidos. Parientes, amigos y vecinos cargaban el féretro, de la casa al cementerio, y el entierro era una ceremonia luctuosa presidida por el círculo familiar más íntimo. La familia guardaba luto por varios meses. A partir de 1895, en que se construyó una capilla, el féretro se llevaba primero a ella y de allí salía el cortejo al panteón. Cuando ya hubo capellanes permanentes, empezaron las misas de cuerpo presente y la presencia del sacerdote en el entierro para que bendijera la fosa.

Hasta que nuestro puerto se abrió al turismo internacional, el Día de Muertos se celebraba según la costumbre, asistiendo a las misas y rosarios en la parroquia de Guadalupe o en sus capillas, y visitando el cementerio, cuyas tumbas se adornaban con ramos de flores de papel recubiertos de celofán, que suplían y duraban más que las naturales, entonces muy escasas.

La primera adición al Día de Muertos provino del turismo extranjero y se difundió a través de los jardines de niños. Vestidos según lo pedía el Halloween, los chiquitines desfilaban por el Malecón. Por supuesto, en las discotecas y bares los adultos se divertían de manera semejante. El disfraz de Bruja Eléctrica, de El Lobito Alfredo López Labra, no sólo ganó el concurso en que compitió, sino que se volvió célebre.

La segunda aportación también provino de un jardín de niños, el Hortensia, y fue el Altar de Muertos. La idea de la profesora Hortensia García de González entusiasmó a las escuelas, y apoyada por la recién creada Dirección de Cultura, por el Patronato pro Arte y por la Iniciativa Privada, se extendió por todo el municipio compitiendo con el Halloween. En eso, una fotografía de la colección del Museo Estudio Diego Rivera, exhibida en el Palacio Municipal, mostraba un grupo de niños, con disfraces de Halloween, que instalaban un Altar de Muertos en Cholula, demostrando la capacidad de asimilación de nuestro mestizaje, lo que se reveló plenamente en la tercera aportación.

La tercera aportación al Día de Muertos se dio en 2015, cuando la película “Espectro”, de la saga de James Bond, inventó un desfile multitudinario en la Ciudad de México, donde sobresalían las “Catrinas”, figuración inventada en 1912 por el grabador José Guadalupe Posada con el nombre de “Calavera Garbancera” y convertida en 1947 por Diego Rivera en la principal catrina del mural que pintó para el capitalino Hotel Del Prado. Finalmente, el escultor michoacano Juan Torres Calderón hizo de bulto a “la Catrina” en su taller de Capula.

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