Cuentacuentos

El cuento es un género hermoso, necesario para explotar nuestra infinita capacidad de imaginar y contrarrestar escenarios adversos

Género literario sin historia, existe desde siempre, no pertenece a ninguna edad humana.

Los padres los usan para arrullar o distraer a sus pequeños con historias fascinantes sobre reinos mágicos y criaturas irreales, aún recuerdo el primer libro que mi mamá nos regaló, “Los cuentos de Grimm”, de pasta verde olivo y atractivas ilustraciones, pocas en comparación con el texto.

Leí completo el libro, recorriendo cada línea sin importar lo diminuta que fuera la letra, así pasé horas pegada a sus páginas imaginando cómo sería Tiribilitín o los músicos de Bremen. Mis hermanas, mis cómplices de travesuras también devoraron los cuentos.

De adulta tuve la fortuna de recibir como obsequio el libro “Canasta de Cuentos Mexicanos” de B. Traven, autor intelectual de la historia ‘Macario’ que inspiró la aclamada película mexicana. Cuando leí el primer capítulo titulado “Canastitas en serie” reí por minutos, sin duda el escritor logró describir a nuestros paisanos en tiempos revolucionarios.

Sólo el maestro Juan Rulfo logra superar el trabajo magistral del alemán Traven; porque leer el libro “El Llano en llamas” es una lección histórica, es recorrer las montañas del Estado de Jalisco sin salir de la habitación, cargar las armas en la espalda para huir de las tropas del gobierno y beber café a la luz de la luna. Todo en 169 páginas. Al final “Anacleto Morones” nos recordará el largometraje ‘El Rincón de las Vírgenes” con la actuación de Emilio ‘Indio’ Fernández, Alfonso Arau y Carmen Salinas.

El cuento es un género hermoso, necesario para explotar nuestra infinita capacidad de imaginar y contrarrestar escenarios adversos; hoy se piensa lo contrario, los adolescentes modernos consideran peligroso el género literario, arguyen que la fantasía les genera conflictos emocionales.

Incrementa el rechazo a las historias con castillos encantados y hadas madrinas flotando con su varita de virtud; los niños pierden su inocencia entre videojuegos de combate sangriento, no leen mucho menos salen a disfrutar el día con sus compañeros de juegos.

Desde mi experiencia tengo el deber de proteger al cuento, del derecho de los niños a escuchar sobre dragones y príncipes valientes, así como los adultos lograr recuperar la necesidad de liberar su creatividad. El ser humano pasa la vida sumando años, dividiendo recuerdos en una cuenta inútil por contener el tiempo y de viejo comenzar hacer promesas.

Vivimos de frases hechas y reciclamos pensamientos. Cuando somos niños nada nos preocupa porque disfrutamos de la protección de papá y mamá; de adultos comprendemos el mal carácter de nuestros progenitores, entonces los amamos y respetamos aún más.

¿Qué sucede durante la etapa de la adolescencia que olvidamos cómo reír sin ocuparnos de las formas o protocolos?, ya no nos sorprende nada por atroz que sea; los cuentos son reflejo del pulso de la realidad mundial, la cercanía de los sucesos, proximidad en ocasiones que nos hacen abandonar la sorpresa, esencia humana untada en las páginas de millones de impresiones mediocres, los autores de historias infantiles yacen en el panteón del olvido.