Al rescate

No es válido victimarse ante los resultados artísticos como lo es Coco, por el contrario debe conducir a la reflexión más que arremeter con prejuicios

Por: Marisú Ramírez 

Desde la energía de la música, motivo cultural de América Latina, se dejó sentir la película Coco. En lo personal me gustó esa muestra de emociones en la producción de Disney-Pixar.

 

He tenido oportunidad de escuchar comentarios a favor y en contra de esta cinta, me quedo con los elementos positivos, dejo fuera las críticas adversas y ─hasta cierto punto─ simplistas de personas que no vibraron con el mensaje.

 

Desde mi origen de mexicana nacida en Jalisco reconozco e idolatro mis tradiciones como todos los mexicanos, fuera de incredulidades y complejos o enfados mal expresados y sin respaldo alguno, como son los mensajes en redes sociales. Vi con detenimiento la película en cuestión, y al igual la reacción de los espectadores que conmigo siguieron esta puesta en escena. La energía colectiva invadió la sala cinematográfica, se podía sentir en el ambiente las finas hebras de la conexión emocional.

 

Pasarela de difuntos; mensaje directo del significado de la familia y, sobre todo, una visión alegre de la tradición la cual no nació en México. Ver las imágenes no basta sin reparar en la importancia del mensaje emanado de estudios profundos de las tradiciones y cultura de los pueblos; aquí me parece que las redes sociales distorsionaron el mensaje al carecer de respaldos históricos firmes. Las emociones de los espectadores se desbordaron de la mano con los comentarios, la mayoría alentadores.

 

Si bien es cierto, la película Coco no pasa de un señalamiento en sus escenas de los conflictos sociales conocidos y repetidos los cuales arrastra la historia mexicana, ampliamente explotados por las televisoras comerciales mexicanas, habrá que reconocer el mensaje de abandono, la violencia en la familia, el frenar  creatividad de los jóvenes, la responsabilidad de un mentor de la familia cuando es cortado de tajo por los rumores (chismes) o supuestos que jamás salieron de la subjetividad y tantos otros momentos desestabilizadores.

 

Las miradas de los espectadores, que junto a mi contuvieron lágrimas se explica con facilidad; es una historia cotidiana en México, ese abandono de los valores y la búsqueda de la sonrisa del triunfo sin importar el daño a la familia, amigos o al protagonista de esas historias sin fin, la propuesta original para recordar a los que se fueron o adelantaron en el camino de la vida es de admirarse y compartir lo mejor de ella.

 

El miedo a la realidad es el mismo que se traduce en la chancla de la mamá o de la abuela, es el poder al interior de las familias, diría el instrumento para hacerlo sentir, es la energía puesta en marcha, aunque no aceptada en la realidad, la obediencia ha quedado olvidada ante el embate de otras figuras nada recomendables como son las sustancias prohibidas y autorizadas, que envilecen y aniquilan la razón.

 

En los diferentes medios masivos se ha destacado el éxito total de esta cinta catalogándola como la más taquillera con la venta de más de 5.78 millones de boletos al recaudar cifra superior a los 250 millones de pesos. Lo rescatable es el adorar a los difuntos, otorgarles el respeto merecido. Los que se adelantaron dejaron experiencias, su energía de vida quedó entre nosotros, es su legado y en ocasiones se olvida y hasta se ofende con acciones contrarias a los valores tradicionales que en Coco se refuerzan y dejan una visión de reflexión.

Finalmente quiero comprender  la causa para rendirse ante la creatividad externa, no es raro, históricamente los extranjeros conocen mejor nuestra cultura que nosotros los mexicanos. No es válido victimarse ante los resultados artísticos como lo es Coco, por el contrario debe conducir a la reflexión más que arremeter con prejuicios. masryram@msn.com