Tradiciones

Voceros Incansables / Félix Fernando Baños

Puerto Vallarta adquirió espléndidamente esta nueva manera de celebrar el Festival del Día de Muertos

De acuerdo con el diccionario, se denomina “tradición” “el conjunto de costumbres, comportamientos, recuerdos, símbolos, creencias y leyendas, que forman parte del patrimonio de una comunidad, y que se trasmiten de una generación a otra hasta convertirse en parte de su cultura e identidad”. Para que algo quede establecido como tradición, se necesita mucho tiempo, puesto que dicho conjunto llega a internalizarse en las profundidades del subconsciente colectivo, razón por la que se hereda automáticamente en la educación familiar, sobre todo a través del idioma y de la vivencia de los valores o antivalores.

Las tradiciones, por otra parte, son dinámicas y van transformándose por el correr del tiempo, así como por los acontecimientos que afectan a las sucesivas generaciones. A veces se enriquecen; en otras ocasiones van perdiendo contenido y se adelgazan hasta el extremo. Pero siempre queda algún remanente.

Entre nosotros, los meses finales de cada año son ricos en la celebración de tradiciones. En septiembre tenemos las Fiestas Patrias, en las cuales el Grito y el desfile del día dieciséis son los polos alrededor de los cuales se agrupa una variedad de festejos y maneras de manifestar la alegría de ser miembros de una nación independiente.

Acabamos de tener el Festival del Día de Muertos. En la entrega anterior se reflexionó sobre cómo este festival ha ido acumulando diversos significados, a partir del original, estrictamente familiar, gracias a las diversas aportaciones causadas, no sólo por el correr del tiempo, sino por la naturaleza social de Puerto Vallarta, el cual desde 1851 es una población de inmigrantes y con apertura mental fronteriza, cada vez más evidente desde que se intensificó su tráfico naviero a finales del siglo XIX, sin que haya perdido hasta la fecha ninguno de esos rasgos, sino que, por lo contrario, ambos se han intensificado por su creciente configuración como metrópoli.

Y así vimos cómo el Halloween, importado gracias a los turistas extranjeros, se aclimató entre nosotros a partir de los jardines de niños existentes en los años setenta del siglo pasado. Luego, como desde los mismos jardines de niños, el Festival del Día de Muertos se enriqueció con la aportación de los altares, de hondas raigambres mesoamericanas y tradicionales en otras partes del país, pero que aquí eran desconocidos.

La maestra María José Zorrilla nos informó también, en su columna semanal,  cómo los hoteleros del Centro y de la colonia Emiliano Zapata dieron al Festival otro carácter, más comprensible para la inmediatez de la visión de los turistas de playa, que finalmente acentuó y llevó a su culmen el tratamiento cinematográfico de la celebración del  Día de Muertos aportado por el película “Espectro”, de James Bond, y que la Ciudad de México adoptó como propio, extendiéndose desde allí al resto del país, tras haber sido reforzada por “Coco”, la cinta de Disney y Pixar. Todo vimos y disfrutamos cómo Puerto Vallarta adquirió espléndidamente esta nueva manera de celebrar el Festival del Día de Muertos. fbanoslopez80@gmail.com