La guerra de las marchas y la realidad electoral

Hablando en serio / Javier Orozco Alvarado / Investigador de El Colegio de Jalisco, A.C.

No son las marchas las que van a decidir los resultados de las elecciones del 2024

Cuando el pasado 13  de noviembre la oposición organizó una marcha para defender al INE, hubo muchas especulaciones sobre la cantidad de gente que participó en ella. El oficialismo decía que fueron 12 mil, los organizadores calcularon 650 mil y, según otros datos,  fueron 250 mil; los que, acarreados y no, fueron a apoyar a la oposición encabezada por Claudio X González y José Woldenberg.

En la marcha de la revancha de AMLO el 27 de noviembre, participaron muchos por su cuenta y otros acarreados de todos los estados en donde gobierna Morena; porque sólo un ingenuo pensaría que el millón o millón y medio que acompañaron al presidente, llegaron por sus propios medios hasta el Ángel de la independencia y el Zócalo.

Pero no son las marchas las que van a decidir los resultados de las elecciones del 2024, sino las cuentas que socialmente entreguen quienes gobiernan.  Sobre todo, porque no en todas partes los gobiernos de Morena, ni sus diputados, ni sus funcionarios están generando los resultados que toda la gente esperaba.

Nadie duda que, por tener Morena el gobierno en 21 estados de la república, tiene amplias posibilidades de ganar la presidencia en 2024; pero también dependerá de sus alianzas, de sus candidatos, de sus procedimientos para elegirlos, de la reconciliación del presidente Andrés Manuel con diversos sectores de la población y con el distanciamiento de sus corcholatas favoritas. Especialmente, porque decir que unos son sus hermanos y los otros le son indiferentes o que los fifís no representan un peligro; es jugar con fuego, como sucedió en la elección de 2012 contra Peña Nieto, cuando menospreció a la clase media, las élites intelectuales y las universidades.

Tal fue el resultado en las elecciones de 2012, que Peña Nieto Obtuvo el 38.15% de los votos contra el 31.64% de López Obrador; situación que, ante las corruptelas del PRI, el saqueo de los bienes de la nación, el descontento de las clases medias y de amplias masas de la población, Morena y Andrés Manuel ganaron con el 53% de los votos en la elección de 2018.

Hoy emergen nuevas fuerzas, nuevos candidatos y otros contextos que obligan a replantear las estrategias de los partidos y sus liderazgos.  En primer lugar, porque las universidades, los intelectuales y los sectores medios han sido vapuleados, agredidos y ninguneados por el presidente de la república. En segundo lugar, porque los procedimientos antidemocráticos, las imposiciones y la simulación en las encuestas para la selección de los candidatos en Morena provocaron serias heridas entre la militancia y los simpatizantes de ese movimiento en las elecciones de 2021; lo que provocó una desbandada al Partido Verde y al PT, el rechazo y la movilización para destituir a Mario Delgado.

Por eso mismo, ni Ricardo Monreal ni Marcelo Ebrard pueden confiar en el método de las encuestas, porque el sesgo oficialista y la falta de transparencia en los procedimientos de Morena generan mucha desconfianza.