Crayones al Sol

Me parece que la caja de crayones está a pleno sol, derritiéndose, con el riesgo de mezclarse todo sin ningún criterio de orden ni belleza.

Federico León de la Vega

Por las pantallas de las computadoras, de los teléfonos y de los televisores fluye continuamente el día de hoy todo tipo de información. Aún en los restaurantes y  lugares públicos podemos ver a multitud de individuos mentalmente aislados del resto de la gente, mientras se entretienen viendo “you tubes”, o intercambiando textos, quizá con alguien en otro país o aún en otro continente.

Por el internet navegan todo tipo de ideas a todos los lugares, ya sean falsas o verdaderas, profundas o vanas, meritorias o inútiles, de guerra o de paz, violentas, vulgares, refinadas, elegantes, nacionales, extranjeras, cristianas, musulmanas, judías, ateas, comerciales o  espirituales…hay de todo para todos. Con solo picar unas teclas se puede aprender lo que sea, para bien o para mal. Así va aumentando rápidamente la conciencia y la complejidad de la vida y nos vamos acercando al “punto Omega” que anunciara el sacerdote Jesuita Theilhard de Chardin hace un siglo donde, vaticinaba, la humanidad se consolidaría en una “superconciencia” a través de la “infosfera” que envolvería a la tierra del mismo modo que la envolvió la biosfera. Hoy es innegable que dicha infosfera o internet ya envolvió a casi toda la tierra, que la humanidad está toda interconectada, para bien o para mal. Volvemos a la consideración filosófica de la ciencia y de la tecnología: el que sea buena o mala dependerá del uso que le dé el hombre. El fuego que nos regaló Prometeo lo podemos usar tanto para cocinar los alimentos como para incendiar la ciudad. Así, cuando veo a tanto niño y adolescente absorto en la pantalla, ausentes de sus padres aun cuando los tengan sentados a un lado y me pregunto de qué contenido se estará llenando su corazón, su cerebro y su alma.

Se me ocurre que el internet y la transmisión tan fluida de información sean comparables a una caja de crayones de multitud de colores. Ahí están en su cajita, resplandecientes y llenos de posibilidades creativas. Con ellos podremos dibujar todo  género de formas y rellenarlas con matices cromáticos y tonos diversos. Para que el resultado de usar los crayones sea positivo será preciso tener cierta disciplina, cierto conocimiento técnico y artístico. Podremos mezclar el amarillo con algún azul y lograr un bello verde, o tal vez delinear con negro los contornos más oscuros, dejando huecos para que los colores claros reflejen la luz. Pero, si no hay disciplina ni entendimiento, si no hay guía formativa para el uso de tanta información, el resultado será de un color café muy feo, como aquél que obtenemos de mezclar todas las crayolas. Será un color triste, caótico, como o el del smog, como el de la putrefacción, un color detritus.

Por el momento me parece que la caja de crayones está a pleno sol, derritiéndose, con el riesgo de mezclarse todo sin ningún criterio de orden ni belleza. Se requieren adultos que la rescaten y la pongan en un lugar fresco, en un ambiente creativo, donde los crayones sirvan para bien.