Tomar decisiones: uno de los retos más difíciles

Aprendiendo a ser feliz/ Psic. Hania Sosa/ Máster en Educación

Hay que sacar de nuestra vida aquello que no nos permita cumplir con nuestros proyectos. Quizás lo que se deba sacar de nuestra vida sean algunos malos hábitos, quizás sean algunas personas, quizás sean algunas circunstancias.

Seguramente más de una vez nos hemos encontrado ante la necesidad de tomar decisiones que pudieran cambiar el rumbo de nuestro trayecto. Momentos en que es preciso hacer un alto, pues el camino que parecía recto, a pesar de las curvas, subidas y bajadas, de pronto se convierte en una intersección. Esas circunstancias en que la vida pareciera no permitirte seguir avanzando a menos de que elijas alguno de los caminos que aparecen en el panorama, dado que de no elegir alguno, básicamente la consecuencia sería permanecer inmóvil de forma indefinida hasta que llegue el instante en que decidas caminar alguno de los senderos.

Diversas pueden ser las causas por las que una persona se puede encontrar en una situación como la antes mencionada. Muy probablemente la mayoría de los que estén leyendo estas líneas han hecho una pausa en distintos momentos de su transitar por la vida para analizar, pensar y decidir qué hacer con ella.  

La primera crisis existencial.

El final de la adolescencia (y quizás para algunos durante la misma) suele ser el tiempo en el que una persona comienza a cuestionarse a sí misma qué es lo que pretende hacer con su vida. Quizás por un cuestionamiento genuino o quizás por la presión de nuestros padres. La pregunta ¿qué vas a ser cuando seas grande? Se transformó en ¿qué vas a estudiar cuando termines la prepa? Y ese es el “gran cuestionamiento”, como si el fin último de nuestra existencia fuera la profesión u oficio al que nos fuéramos a dedicar. ¡Ojalá fuera así de simple!

La decisión de qué estudiar o a qué nos vamos a dedicar (laboralmente hablando), es sólo una de las muchas importantes decisiones con las que nos vamos a enfrentar en nuestras vidas. Lo que hagamos o decidamos en cada una de estas encrucijadas, va a depender de lo que queramos para nosotros mismos. En pocas palabras, dependerá de nuestro proyecto de vida.

Proyecto de vida.

Un proyecto de vida son aquellas metas que deseamos cumplir en determinado momento y que suelen ser a mediano o largo plazo. Tienen que ver con nuestros sueños y nuestra idea de a dónde queremos llegar en la vida.

Cuando se es joven, esto es algo que no está en la mentalidad de una persona, pues la tendencia es a vivir el momento sin preocuparse por lo que pueda suceder más adelante. Sin embargo, conforme nos convertimos en adultos y empezamos a pensar de una manera más responsable, es imprescindible reconocer que nuestras acciones nos van a llevar a algún determinado lugar o situación y, por lo tanto, debemos analizar las acciones tomando en cuenta a dónde queremos llegar.

Existen muchos momentos en los cuales las circunstancias nos pueden empujar a tomar decisiones. Quizás el primer momento importante sea precisamente ese que se mencionaba, el de elegir una carrera, profesión u oficio. Pero después de ese existen muchos más: elegir el lugar de trabajo, la ciudad de residencia, elegir al compañero(a) de vida, elegir si se desea tener hijos o no, elegir cuántos hijos y cuándo tenerlos, elegir qué hacer cuando los hijos se vayan, elegir terminar o no un matrimonio, elegir dejar o no un trabajo, elegir mudarse o no.

Volver a decidir.

Finalmente, a pesar de que muchas veces pensamos que la primera elección que hagamos será la definitiva, lamentablemente y a pesar de haberlo pensado detenidamente en su momento, quizás nos volvamos a enfrentar ante la necesidad de volver a decidir.

Para poder estar seguros de que estamos caminando por el sendero que nos lleve a nuestra autorrealización, es imprescindible que ocasionalmente hagamos un alto y analicemos en dónde estamos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.

Cuando una persona no hace estos altos de vez en cuando en su vida, quizás esté desaprovechando la oportunidad de analizar si verdaderamente está cumpliendo sus objetivos de vida y sus sueños; y quizás se esté perdiendo de la posibilidad de retomar el rumbo para conseguirlos, independientemente de la edad que tenga. Finalmente, ¿a qué venimos a esta vida si no es a ser felices? No importa la edad que se tenga pues lo importante es encontrar esa felicidad tan anhelada por todos.

Soltar cadenas.

A veces quizás se requiera soltar cadenas que nos atan a personas, circunstancias o lugares que nos impiden despegar. Esto muy probablemente nos de miedo y nos haga aferrarnos a lo que ya conocemos; pero vivir una vida insatisfecha, una vida sin plenitud, en donde vayamos pasando los años viendo cómo nuestros sueños y proyectos se van quedando en el camino, sería una pérdida de tiempo y un desperdicio de vida.

Se trata entonces de atreverse a hacer ese alto, voltear hacia al frente, hacia los lados y pensar: ¿esto que estoy haciendo me va a llevar a donde yo deseo? Si la respuesta es sí, ¡adelante! Continúa tu camino. Si la respuesta es no, entonces mantente en ese alto y analiza qué situaciones debes modificar para que tu ruta realmente te lleve a donde quieres.

Hay que sacar de nuestra vida aquello que no nos permita cumplir con nuestros proyectos. Quizás lo que se deba sacar de nuestra vida sean algunos malos hábitos, quizás sean algunas personas, quizás sean algunas circunstancias y muy probablemente sólo se trate de modificar nuestra forma de interpretar la vida.

Tal vez al principio podamos experimentar miedo, principalmente al dolor, pero será un dolor pasajero, un dolor liberador que a mediano y a largo plazo, te lleve a vivir en plenitud y en felicidad.

¿De qué vale una vida gris? ¿Una vida en el limbo? La felicidad y la plenitud existen, pero tienen un precio y creo yo que el único precio es atreverse. Atreverse a dar el brinco. No se necesita mucho para darse cuenta de cuál es el paso a seguir. Basta con hacer ese alto, mirar hacia adentro y reconocer si lo que ves y lo que sientes te gusta o no. Eso es todo.

Psic. Hania Sosa

Máster en Educación

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