Sobre el pensamiento crítico
Educación y parentalidad / Por: Dr. Jesús Cabral Araiza
“Vivimos en un mundo donde, desafortunadamente, la distinción entre lo verdadero y lo falso parece ser cada vez más borrosa: por la manipulación de hechos, por la explotación de mentes acríticas y por la contaminación del lenguaje”.
Arne Tiselius
Sin duda, hoy en día existen muchos aspectos que antes asociábamos a la “brecha generacional”. Pero, ¿a qué se refería esa gente mayor? Pues bien, ahora que pertenezco a ese gremio, algunas cosas me van quedando más claras. Aspectos que no tienen que ver con los avances tecnológicos o las nuevas formas de realizar actividades que antes se hacían de otro modo.
A lo que deseo referirme aquí es, más bien, al pensamiento crítico como reflejo de la inteligencia, entendida esta como la capacidad para afrontar y resolver los retos cotidianos en el ámbito escolar, laboral y en general. Y es que, a riesgo de sonar arcaico, lo alarmante es la escasa o nula habilidad para resolver situaciones que antes eran parte de la vida diaria y que superábamos sin mayor problema. Valgan algunos ejemplos:
Gran parte de la información que un joven necesita para resolver un trámite o un problema académico suele estar disponible en sitios web, folletos o bibliografía especializada; basta con buscar las palabras clave para obtener respuestas. Sin embargo, muchos optan por la vía “segura”: preguntar a un compañero o amigo que, a menudo, está peor informado que ellos, lo que genera un problema mayor que el original.
No cuestionar las fuentes de información. Esta grave realidad hace que muchos jóvenes asuman como cierta cualquier información difundida en redes sociales, sin verificar su base científica, legal o incluso el sentido común. Si el horóscopo predice algo, hay quienes lo creen ciegamente. No me opongo a ese entretenimiento, pero es lamentable que algunos lo tomen como un oráculo infalible —ahí radica la falta de pensamiento crítico—.
Preferir mentiras bellas a verdades incómodas. Vivimos en un mundo de imágenes falsas y edulcoradas, donde la estética convierte automáticamente a personas y cosas en líderes o ídolos con pies de barro. Estos no resisten las pruebas de la realidad y terminan por demostrar que sus “verdades” son mentiras contundentes ante el mínimo contraste con los hechos. Jóvenes, créanlo: existe un mundo más allá de TikTok, y quizá no les guste porque no se ajusta a su realidad. La adaptación debe ser al revés.
Pero, ¿cómo desarrollar el pensamiento crítico? En primer lugar —por absurdo que suene—, hay que querer hacerlo. Si no se reconoce su ausencia, ya se es parte del problema. Luego, es preciso buscar literatura o videos adecuados para cultivarlo y cuestionar todo como principio filosófico, proponiendo alternativas mejores cuando no se esté de acuerdo.
Hoy más que nunca, existen herramientas que nos permiten no depender de otros, pero también debemos ser conscientes de que la inteligencia artificial gana terreno o, peor aún, podría suplir la escasa inteligencia natural de algunas personas. Sea crítico, no criticón. Que tenga un lindo día.