Paloma blanca

Utopía Vainilla

Cristina Gutiérrez Mar
cucus.cgm@gmail.com

El día estaba floreado acompañado de un espejismo de sol violeta. La tarde se veía bastante normal y no existía ninguna epifanía que anunciara el fin del mundo.

Me encontraba sola en casa, me ayudaría a dormir y a ponerle fin a mi nefasto insomnio. Mi familia había salido a pasear y regresarían hasta en la noche.

La verdad es que se me antojo abrir una botella de vino tinto, pedir una pizza y quedarme acostada viendo series. Fue una gran tentación, pero mejor me preparé un té de pasiflora y me metí a la cama con la intención de quedarme dormida lo más pronto posible. No duré ni cuatro minutos dentro de la sábana dorada y ni siquiera le di un sorbo al té. Sin pensarlo me dirigí al refrigerador y abrí la botella de vino tinto que había puesto a enfriar a principio del mes de mayo. Acto seguido, ordené una pizza grande hawaiana con extra sobres de salsa picante.

Era sábado, casi las tres de la tarde cuando me senté frente a la computadora, colocando a un lado del teclado una charola con dos rebanadas de pizza y una copa de vino.

Jeans rotos, playera negra holgada, descalza y mi cabello revuelto; acompañada de vino tinto italiano, pizza con piña, y aparte mi alma única en la casa, no requería ser vidente para saber que un orgasmo múltiple se me vendría justo cuando yo empezara a escribir.

No obstante, algo pasó, el pequeño escritorio de cristal limitaba mis ganas, necesitaba de algo más para inspirarme. Pensé en chocolate pero me daba flojera ir a la tienda; tal vez requería de sexo, o a lo mejor me haría bien volar un rato con mis alas recién reparadas.  En eso grité: ¡Magia!

Pensé que ahora sí había perdido la cordura, no es la primera vez que gritaba algo sin antes pensarlo.  Hubo un día que grité en el Supermercado justo cuando escogía unas manzanas: ¡Mi cita!   Fue muy vergonzoso.

¿Dónde encuentro magia?, me pregunté a mí misma. Magia fuera de lo común, sin dotes humanos ni banales.  Magia que explote mis sentidos, que mi mente vibre a otro nivel de conciencia, magia pura.

Elegí hablarle a mi amigo el alquimista, pero recordé que andaba en Egipto buscando la piedra filosofal. Luego me incliné por mi dríade del limonero del jardín, sin embargo, andaba muy ocupada coqueteando con el cerezo recién plantado del vecino

Decidí salir al jardín, un poco de aire me haría bien. El pasto estaba largo, me hacía cosquillas en los pies.  El viento se sentía húmedo y prometo que tenía aroma a fundición. Siempre me ha gustado el aroma a metal fundido, me recuerda al trabajo de mi papá.

En un instante, apareció una paloma blanca volando bajo y alrededor de mí. Su vuelo era majestuoso y sus alas brillaban tornasol. De pronto empecé a imitar a la paloma, extendí mis brazos y di vueltas sobre mí mismo eje. Yo giraba hacia la izquierda y ella hacia la derecha, íbamos rápido; jugando y sonreíamos. Ella tan paloma y yo tan humana.

Desee ser paloma en ese momento para sentir el cielo dentro de mi cuerpo.  Un poco mareada paré en seco, la paloma hizo lo mismo, pero con delicadeza y, se posó en mi mano derecha. Ella me miró con ojos de luz. Era él.

Mi papá falleció hace dos meses, minutos después de las tres de la tarde. Los ojos de la paloma era su mirada, la que él me regalaba desde niña.

La magia apareció, mi padre tuvo que bajar en forma de paloma para darme magia, supongo que me veía un tanto desesperada buscando magia en lugares equivocados. La paloma besó mi dedo con su pico, y supe que tenía que soltarla, dejarla ir.  Así que besé su cabeza, acaricié sus alas y la alcé cuidadosamente con mis dos brazos hacia al cielo. La paloma voló alrededor de mi cuerpo, regalándome estelas de su luz, para después desaparecer ligera entre las nubes.

Aquella noche dormí tranquila, sin insomnio y sin pasiflora.

Días después comprendí que mi papá vive en mí, en mi corazón, y que la verdadera magia está en mi interior y nada más.

Cucus