La Sexta Cumbre de la CELAC y el futuro de la región

La propuesta del Presidente Andrés Manuel de crear una comunidad de países como la Unión Europea no es descabellada
Hablando en Serio Por Javier Orozco Alvarado Profesor-Investigador de El Colegio de Jalisco, A.C.

Recientemente se llevó a cabo en México la VI Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), la cual tiene como finalidad el ser un mecanismo para la concertación, unidad y diálogo sobre asuntos económicos, políticos, sociales y culturales entre los treinta y tres países que la integran en nuestra región.

Como muchas otras iniciativas que ha emprendido el actual gobierno de la república, la respuesta ha sido una feroz crítica de quienes cuestionan al presidente Andrés Manuel, por haber llevado a cabo esta Cumbre en nuestro país, por haber invitado a los presidentes de Cuba, Venezuela y Bolivia; por haberse pronunciado en favor de reemplazar a la OEA (Organización de Estados Americanos) por un nuevo organismo multilateral, por proponer la creación de un bloque económico como el Europeo y por pronunciarse en contra del bloqueo económico y comercial al que ha sido sometido el hermano pueblo cubano por más de sesenta años.

Por principio de cuentas, es importante entender que el resto del mundo, a diferencia de los pueblos de América Latina y el Caribe, ha alcanzado un extraordinario nivel de desarrollo porque han tenido la oportunidad de aprovechar sus ventajas comparativas y competitivas; han impulsado significativamente el desarrollo científico, tecnológico y la innovación en todos los campos. Además, han modernizado sus estructuras económicas, comerciales e institucionales, lo cual los ha vuelto más productivos y competitivos en casi todos sus sectores económicos.

Desafortunadamente, las élites que han gobernado esta región a lo largo de nuestra historia, han mantenido y reproducido una relación colonialista, de dependencia y de dominación de las grandes potencias sobre nuestros pueblos. Hemos sido históricamente saqueados, expoliados, sometidos y marginados en el concierto económico mundial.

Las élites que se han beneficiado de ese sistema económico colonial y periférico, son quienes se oponen a que nuestros pueblos mejoren su relación con el resto del mundo, a que logremos mayor autonomía y autodeterminación o que seamos naciones verdaderamente autosuficientes.

En lo particular, es saludable que un organismo como la OEA, cuyo antecedente es la Primera Conferencia Internacional Americana creada en 1890 en Washington, D.C.; merece ser revisado, y en todo caso actualizado, de acuerdo a las circunstancias históricas en las que, hasta ahora, sólo ha servido para intentar legitimar y apoyar elecciones y gobiernos espurios como el de Felipe Calderón en México o  los intentos golpistas de Güaidó en Venezuela y Jeanine Áñez en Bolivia, en un afán por  favorecer las aspiraciones intervencionistas de los Estados Unidos en el continente.

De hecho, la propuesta del Presidente Andrés Manuel de crear una comunidad de países como la Unión Europea no es descabellada, en tanto que todo el subcontinente mantiene importantes relaciones comerciales entre ellos y con otras potencias económicas de Asia, Europa y Norteamérica.

Latinoamérica es una región que cuenta con abundantes minerales y recursos naturales como petróleo, litio, uranio, cobre, plata, oro, agricultura, ganadería, pesca, etcétera, además de un nivel de industrialización intermedio en países como México, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, etcétera, que fácilmente pueden aprovechar sus acuerdos de cooperación y distintos tratados comerciales de complementariedad, para ir construyendo una Comunidad Económica de Estados Latinoamericanos y Caribeños, como lo hicieron en su momento los países de Europa Occidental, a partir de la creación de Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) en 1952.

La propuesta del presidente Andrés Manuel no es descabellada porque aparte del T-MEC, México cuenta con múltiples acuerdos arancelarios, comerciales, de complementariedad, sectoriales y preferenciales con casi todos los países del continente, como para impulsar las primeras rondas que les permitieran a los países de la región alcanzar un acuerdo comercial comunitario en favor de nuestros pueblos.

La virulenta reacción de los opositores al presidente Andrés Manuel es comprensible, si tomamos en cuenta que el alcance de la soberanía y la autodeterminación de México podría contagiar al resto de América Latina y poner en riesgo la hegemonía y los privilegios de las grandes potencias económicas mundiales, principalmente de Estados Unidos, país que tiene enquistados en nuestra sociedad a una élite intelectual que sigue protegiendo los intereses de las grandes empresas y los grandes capitales que se han beneficiado del intercambio desigual, de la concentración de la riqueza, de la explotación de nuestra fuerza de trabajo y de la extracción de nuestros recursos naturales.