La razón de ser
Aprendiendo a ser feliz / Psicóloga Hania Sosa
Románticamente hemos escuchado que algún enamorado le diga al otro, “tú eres mi razón de ser”; quizás también sea frecuente que un padre o una madre le diga esa frase a sus hijos.
Escuchar que una persona sea la razón de ser de otra es algo común. No nos sorprende escuchar eso; pero ¿será que realmente nuestra razón de ser deba estar depositada en otra persona?
En la cultura Oriental utilizan una palabra que engloba todo ese concepto, sin embargo nada tiene que ver con otra persona más allá de uno mismo. Esa palabra es Ikigai.
Ikigai significa “la razón de ser o la razón de vivir”. Cuando utilizan esa palabra, es para hacer referencia al propósito que cada uno de nosotros tenemos en la vida.
¿Qué sueles pensar cuando alguien te pregunta cuál es tu propósito en la vida?
Usualmente pensamos en un destino, un punto de llegada o una meta por alcanzar. Quizás creamos que el propósito en la vida es algo que debiésemos descubrir para llevarlo a cabo antes de fallecer. No obstante, pensar de esa manera es lo que en Occidente nos está generando que nuestras vidas estén carentes de sentido, ya que tendemos a creer que la tarea de descubrir el propósito en la vida es algo que podemos dejar para después; suponemos que ya habrá tiempo más adelante para sentarnos a reflexionar y hacer algo al respecto.
Vivir sin razón de ser tiene sus efectos adversos; ocasiona que el estrés, ansiedad, cansancio y depresión sean más frecuentes o se vivan en niveles más elevados. Levantarse todos los días a trabajar o a realizar actividades que no nos entusiasman o satisfacen, puede generar un estado de insatisfacción con la vida misma. Éstas situaciones, si las vemos con la seriedad que representan, nos ayudarían a darle la importancia que tiene el hecho de hacer una pausa y reflexionar sobre el tema para poder corregir el rumbo.
En Okinawa, Japón, al entregarle tanta valía a dicho concepto, han logrado alcanzar estadísticas importantes en relación con la salud, la calidad de vida y la satisfacción personal, convirtiéndose incluso en la isla más longeva del mundo.
La razón de ser no tiene que estar forzosamente reflejada como una labor o tarea de la que todo el mundo se deba enterar, ni debiese ser algo estático o fijo. Pero sí debe ser aquello que al voltear a verlo, te puedas sentir orgulloso. Podrá ser algo que te replantees conforme creces, conforme maduras y/o conforme vas adquiriendo experiencia. No obstante, no debemos permitirnos quedarnos sin ese sentido de existir, ya que es lo que nos permitirá experimentar la mayor de las satisfacciones.
Si dedicaras tu vida entera a algo, ¿no crees que debiese ser algo sumamente valioso para ti como para estarle dedicando lo más preciado que tienes? Procura entonces que en cada uno de tus días y en tu agenda de actividades incluyas tu razón de ser.
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