El reality show sigue vivo

Percepciones / Roberto Franco Briones / Consultoría en Imagen Pública ICONOS

Todos los seres humanos (algunos más y otros menos) somos voyeristas

El 16 de septiembre de 1999, en Holanda, John de Mol produjo el primer reality show denominado “Big Brother”. Formato de televisión nunca antes visto que captó la atención de todo el mundo por la forma en que se conducía un grupo de personas frente a cámaras y micrófonos todo el tiempo en una casa sin poder salir al exterior, luchando de forma amistosa entre ellos para ser ganadores de un premio bastante considerable.

Un experimento social que si bien tiene cierta dirección para mantener las cosas en orden y con rating, es impredecible. Nadie está 100% seguro de cómo reaccionará alguien frente a cualquier situación.

El mundo ha avanzado desde 1999, ahora existen las redes sociales. La tecnología nos permite conectarnos a través del video en todo momento desde cualquier parte y decirle a todo mundo qué haces, cómo lo haces y por qué.

Muchos pensamos por un momento que estos formatos de televisión se habían terminado en México, que ya no tendría ningún chiste ver qué hacían más de 10 personas encerradas en una misma casa con cámaras. ¿Para qué verlo? Si mucha gente ya nos deja entrar a su hogar a través de su celular.

¿Y qué creen? ¡El reality show televisado sigue más vivo que nunca! Especialmente con “La Casa de los Famosos”. ¿Saben por qué? Debido a que una cosa es que te cuenten qué hacen a cada rato por medio de una pequeña transmisión y otra es que veas cómo lo hacen, qué caras ponen, cuál es su carácter al levantarse o qué piensan realmente sobre diferentes temas.

Todos los seres humanos (algunos más y otros menos) somos voyeristas. Es decir, nos gusta observar cómo se conducen los demás en sus espacios más íntimos.

Los famosos que están en este proyecto pueden ver beneficiada o perjudicada su imagen pública. Todo dependerá de cuán genuinos hayan sido durante su trayectoria.

Sus admiradores están esperando conocer a profundidad a su “ídolo” e incluso corroborar actitudes que ellos asumen que tienen basados en cómo dicen ser. Si esto no sucede así, podría ser muy difícil reconstruirse al momento de salir, porque la gente se sentiría engañada.

Aquí no podemos hablar de una imagen buena o mala, más bien tendríamos que evaluar la congruencia entre quienes realmente son y lo que nos proyectan.

Roberto Franco Briones

Consultoría en Imagen Pública ICONOS

Tel. (55) 6360 4389

www.consultoriaiconos.com