El chisme: el recurso de los débiles

Cuando alguien venga a ti con un chisme, lo mejor será ‘tamizarlo’ y analizar cuánto te beneficia
Empresa Familiar C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas

El chisme es una forma de “comunicación” que puede ir desde simple crítica hasta la invención de toda una historia en torno a determinada persona, y quien lo origina, lo hace porque su conducta es resultado de un proceso anormal del pensamiento, o simplemente porque trata de llamar la atención debido a que sus valores y solidez dentro de la empresa o en la familia son débiles.

Dicen que quien controla la información controla el poder. Pero los chismes no entran en esa categoría, sino que son el material perfecto para delatar al eslabón podrido.

Todos podemos estar de acuerdo en que pasamos casi el mismo tiempo con nuestros compañeros de trabajo que con nuestra familia. Y si de vez en cuando tenemos problemas con hermanos, esposas e hijos, tan cercanos que son, ¿no es obvio que esto también pase en nuestro entorno laboral?

Por ello no soy proclive a escuchar chismes y rumores, y menos actuar ante ellos. Somos humanos y eventualmente metemos la pata, sobre todo en situaciones de tensión familiar y empresarial.

Cuando recién comencé mi camino profesional como consultor, compartí un par de charlas de café con un grupo de jóvenes directivos que venían de diferentes empresas, algunas de ellas de perfil familiar. En una de esas ocasiones, conversamos sobre cómo hacer buenas migas en la organización cuando eres recién llegado o no conoces a nadie. Uno de los presentes dijo que tenía un recurso infalible: el chisme. Gracias a él, se creaba camaradería, lazos más allá de los laborales y una complicidad especial.

Si alguien me dice que el chisme es una forma de alimentar una relación de trabajo, sobre todo en la empresa familiar, me gusta recordarle cómo es la dinámica de las familias en donde esa práctica es común. Seguro, puede haber un poco de risas, pero el entramado que debería mantenerla unida se pudre a la larga gracias a los rumores y las historias que se cuentan a expensas de otros. Ahora, imagínense lo que sucede dentro de una empresa.

3 razones para alejarse del chisme

A grandes rasgos, existen tres poderosas razones para alejarse del chisme o de quien se encarga de alimentarlos en el ámbito laboral, sobre todo si hay miembros de la misma familia involucrados:

No suelen tener sustento

La información que comparten no tiene el objetivo de informar algo, sino de compartirla lo antes posible sea verdad o no, sin que la persona que lo protagoniza lo sepa. Quien prefiere un chisme a un hecho, no tiene buenas intenciones o quizá no es muy brillante.

Son opiniones con mala leche

Un chisme no se cuenta por el bien de quien está involucrado: todo lo contrario. Por eso se hace a escondidas, y contribuye a un ambiente de trabajo tóxico. Mejor sería propiciar la comunicación abierta o discusiones constructivas transparentes.

Atacan a todos… eventualmente

Incluso a las personas que acostumbran compartir o crear chismes, tarde o temprano serán víctimas de la misma táctica. No existe una dinámica justa o equilibrada, y si se mantiene vigente, terminará afectando a la gente que ahí trabaja y, por lo tanto, la forma en que se labora.

Tres preguntas

¿Cómo evitar que se siga propagando esa táctica “de complicidad”, como la llamó aquel directivo en el café? Como siempre, los griegos tienen la respuesta. Sócrates, en particular, sugiere hacer tres preguntas al interlocutor que desea contar un chisme de inmediato:

En la antigua Grecia Sócrates tenía una gran reputación de sabiduría. Un día vino alguien a encontrar al gran filósofo, y le dijo:

– ¿Sabes lo que acabo de oír sobre tu amigo?

– Un momento – respondió Sócrates – antes de que me lo cuente, me gustaría hacerte una prueba, el de las tres preguntas.

– Pero sí, – continuó Sócrates – antes de contar cualquier cosa sobre los otros, es bueno tomar el tiempo de filtrar lo que se quiere decir. Lo llamo la prueba de las tres preguntas. La primera es la verdad. ¿Has comprobado si lo que me dices es verdad?

– No… Solo tengo lo que he oído hablar…

– Muy bien. Así que no sabes si es la verdad. Continuamos con la segunda, el de la bondad. ¿Lo que quieres decirme sobre mi amigo, es algo bueno?

– ¡Ah no! Por el contrario.

– Entonces – continuó Sócrates – quieres contarme cosas malas acerca de él y ni siquiera estás seguro de que son verdaderas. Tal vez aún puedes pasar la prueba, sigue siendo. La tercera la de utilidad. ¿Pensaste bien si es útil lo que viniste a hablar al respecto de mi amigo?

– ¿Útil? En realidad, no.

Entonces, le dijo el sabio: Si lo que quieres contarme no es verdadero, ni bueno, ni útil, entonces es mejor que lo guardes solo para ti.

Si hay dos respuestas negativas, entonces no tiene caso seguir con la conversación si en realidad se desea mantener un ambiente de trabajo sano en la empresa familiar. Quizá también es buena idea implementar ese breve cuestionario a la mesa de las comidas familiares.

MORALEJA

Así que ya lo sabes. Cuando alguien venga a ti con un chisme, lo mejor será ‘tamizarlo’ y analizar cuánto te beneficia. Estás en esta vida para aprender cosas que te sumen y te hagan una mejor persona en todos los aspectos, no estás aquí para vivir escuchando lo que hacen los demás.

Todavía recuerdo la charla del café de aquella ocasión. Luego de contarnos su gran estrategia, los demás guardamos silencio y miramos hacia otro lado, con cierta incomodidad a esa confesión espontánea del gusto por la intriga. No captó el mensaje o no le importó, porque comenzó a contarnos los chismes más recientes que tenía de sus compañeros, lo que nos confirmó que no era buena idea confiarle gran cosa a partir de ese día. Sobra decir que sus compañeros de empresa también, no mucho tiempo después le retiraron su confianza y perdió a los que lo consideraban su amigo.

A manera de recomendación nunca es conveniente romper vínculos con la pareja, amigos, familiares o compañeros de trabajo a causa de un chisme; hay que recordar que lo mejor es dialogar y poner las cartas sobre la mesa, y que una persona ecuánime no valora las habladurías ni deja que éstas influyan en su forma de ser con los demás.