Ama a tus semejantes más desvalidos

Consejos de una Abuelita Moderna / Por un México Mejor

En la escuela se encontraban los niños jugando al futbol, y después de meter un gol el mejor jugador del grupo, levantó la mirada y se quedó observando a su amigo sin pelo que desde las gradas lo felicitaba con una maravillosa sonrisa; cuando lo fueron a felicitar el resto de los jugadores, no dejaba de ver de reojo a su amigo sin pelo.

Terminando el partido, todos se fueron a festejar su triunfo, y el goleador, sólo se acercó a su amigo que seguía en las gradas mirando cómo se  despedían entre todos.

En el cielo, los tres angelitos no dejaban de observarlos y el Ángel de la Alegría y Felicidad le dijo al oído algo al mejor jugador, que prefirió quedarse e ir a hablar con su amigo sin pelo.

Este extrañado le preguntó por qué en lugar de ir a festejar con los otros niños, se dirigió a las gradas para hablar con él, a lo que de inmediato le preguntó por qué en lugar de ir a jugar con ellos, prefería sólo verlos desde la banca… A lo que el niño sin pelo expresó: “No tienes idea de las ganas que tengo, pero mi Doctor me prohibió hacer demasiado esfuerzo; además, como no he podido venir a practicar, ¡al equipo no le gustaría tener un estorbo que sólo los haría perder!

“¡Qué cosas dices!” Expresó el mejor jugador. “En ésta vida, nadie nace sabiéndolo todo, si en realidad te gusta jugar, yo te entrenaré en mi tiempo libre, pero dime, ¿qué te gustaría ser?”… A lo que de inmediato el niño sin pelo dijo: ¨¡El mejor goleador de la escuela!”

Y sonriente le contestó: “Te espero después de los partidos para entrenar conmigo, aunque creo que serás mi mejor competidor”… Y el niño sin pelo con una franca risa le contestó de inmediato: “Y así será”… Ambos rieron a carcajadas.

A partir de ese día, después de finalizar sus partidos, el mejor jugador se quedaba con su amigo sin pelo para enseñarlo a ser un grandioso goleador del equipo.

Pasaron algunos meses y habló con el entrenador, para que al niño sin pelo le diera la oportunidad de dejarlo patear en los penaltis; pero como ya iniciarían las competencias inter escolares, el entrenador le dijo que eso no sería posible, a lo que el mejor jugador del equipo le dijo: “Si usted no está de acuerdo en dejarlo jugar, creo que yo me sentiré mejor acompañándolo durante los juegos en las gradas”…

El entrenador espantado dijo: “¿Serías capaz de dejar de jugar, y ya no ser el mejor jugador por un amigo que tal vez ni futuro tenga?” El niño de inmediato respondió: “Entrenador, creo que usted jamás ha tenido un amigo, de verdad… Siempre lo he admirado, ahora… ¡siento pena por usted!”

El entrenador de inmediato expresó después de escuchar al Ángel de la paz: “Perdona la forma de expresarme, pero he tenido demasiado trabajo y mucho estrés, y en ocasiones sólo hablo por hablar… Tienes razón, qué lección tan grande he recibido del chico que menos me imaginaba… La verdadera amistad… ¡no tiene precio!… Los espero en el próximo partido para que tu amigo sea el que juegue los penaltis…”

El entrenador, cumplió la promesa y lo metió a jugar, quedándose sin hablar cuando el niño ¡metió todos los goles!, haciendo ganar el partido, quedando todos muy felices…

En honor a mis maravillosos Ángeles Terrenales del grupo Canica.

Cariñosamente Ana I.