“¡Ándale, Bernardo!
Voceros Incansables / Por Félix Fernando Baños / fbanoslopez80@gmail.com
La primera escultura, propiedad del H. Ayuntamiento de Puerto Vallarta, puesta en la plaza Lázaro Cárdenas fué el busto del General Emiliano Zapata, el cual se instaló en 1978 y se trasladó a la entrada de Ixtapa en 1997.
La segunda fué la estatua del Presidente Lázaro Cárdenas, colocada en 1986 y cambiada de sitio en 2007, pero dentro de la misma plaza.
La tercera fué la estatua del General Emiliano Zapata, que se erigió en 1997 y se retiró en 2006 para enviarla a un taller de reparación, porque la fracturaron al construir el estacionamiento para automóviles debajo de la plaza, y desde entonces no regresa a su lugar, hace ya dieciséis años.
En 2014 el H. Ayuntamiento instaló en la plaza la cuarta escultura, “¡Ándale, Bernardo!”, obra de Jim Demetro, aproximadamente donde estuvo originalmente la estatua del Presidente Lázaro Cárdenas.
La escultura es un vaciado en bronce a la cera perdida, con estructura interna en acero inoxidable y pátina café, realizado por el licenciado Gustavo López Ochoa en su fundición artística Shan Boree Art, establecida aquí, en Puerto Vallarta.
El asunto representado es una anécdota simpática. Dos niños campesinos se encuentran atareados, tratando de que camine un burro, que se niega empecinadamente a hacerlo. El más pequeño lo empuja por detrás, mientras que el mayor lo jala suavemente con la rienda, tentando al animal con unos trozos de rastrojo. Para complicar la situación, un perro jalonea al niño mayor, prendiendo con los dientes la pierna izquierda de su pantalón.
Las figuras están alineadas de norte a sur y ancladas sobre un empedrado de guijarros de río de diversos colores, ovalado y abombado.
Sobre el mismo empedrado, junto a las patas delanteras del asno y los pies del niño mayor, se ancló la placa en la que el autor, quien considera como honra propia “ser mexicano de corazón” dedica su escultura “a todos los burros que ayudaron a la construcción y el desarrollo de Puerto Vallarta.”
Jim Demetro quedó sorprendido por el trajín de los burreros, que llevaban material de construcción a distintas partes en sus asnos, pero sobre todo a los lugares que aún eran inaccesibles para los volteos y camiones de carga. Arena de río, piedra bola, ladrillos, sacos de cemento, tejas, medios pliegos, viguería…todo viajaba en los lomos de los burros, que recorrían continuamente las calles de Puerto Vallarta, aun las más empinadas, siendo objeto de admiración para los turistas extranjeros, en cuyas cámaras fotográficas quedaban guardadas sus imágenes. Intrigaba a los vallartenses el interés que mostraban por espectáculo tan ordinario. No caían en la cuenta de que, en sus lugares de origen, esos turistas sólo veían burros en los zoológicos y parques temáticos, por lo que reaccionaban como lo harían en Medio Oriente si vieran a camellos y dromedarios realizar faenas semejantes, o a los elefantes en la India. La sorpresa inicial que impresionó a Jim Demetro, se transformó con el tiempo en la alusión poética de “¡Ándale, Bernardo!”