Patrimonio y turismo
La Ciudad Imaginada / Por: Dr. José Alfonso Baños Francia

Un factor que motiva la práctica turística es la presencia de elementos patrimoniales integrados por objetos materiales y expresiones culturales en las poblaciones que le dan vida. Mientras más rico y variado sea el conjunto de valores, mayor será el atractivo que ejerza en el escenario recreativo.
Ello explica que ciudades como París, Roma o Venecia aparezcan como los destinos más solicitados por los viajeros a nivel global, manteniendo tasas de ocupación que sobresalen en relación a otras opciones.
La presencia de visitantes tiene efectos positivos en esos contextos como es la derrama económica, la apuesta por la innovación y la inversión en movilidad, servicios e infraestructura. Pero también genera tensiones que suele impactar en el costo de vida, el desarraigo y la expulsión de los pobladores hacia la periferia.
Un sitio donde se manifiestan estas dinámicas es Florencia, cuna del Renacimiento y uno de los emblemas turísticos de Italia. La potencia de su conjunto cultural atrae a paseantes de todo el orbe, pero la excesiva concentración vuelve compleja la experiencia de visita. Hace algunos años, podía disfrutarse de maravillas como el templo de santa María de las Flores, la galería de los Uffizi, el Puente Viejo o la Galería de la Academia, donde se encuentra la escultura de David esculpida por el célebre Miguel Ángel.
Hoy, con dificultad se puede acceder a estos sitios porque están invadidos por cientos de personas que quieren admirar estos objetos memorables. Y de paso, tomarse la selfie más perfecta posible. En estos tiempos, hay que hacer larguísimas filas para poder acceder y con frecuencia ya no es posible hacerlo.
En situaciones similares, se ha trabajado con el concepto de “capacidad de carga”, buscando establecer límites que permitan combinar la conservación patrimonial con la práctica turística. Un caso emblemático ocurrió en La Alhambra de Granada (España), donde la fragilidad del sitio alentó la puesta en operación de una gestión integral mediante la coordinación entre el sector público, académico y empresarial.
Sin embargo, esta metodología se queda corta en la escala urbana, donde parecen imponerse los intereses económicos, al instalarse tiendas de reconocidas marcas en los principales corredores, tornando en paisajes comunes lo que antes eran conjuntos con identidad propia. Todo parece indicar que el capital financiero encontró en el turismo una de sus fuentes más efectivas para la reproducción y acumulación monetaria.
Si ello sucede en destinos con un reconocimiento y madurez probada, qué podremos esperar en una realidad como la nuestra, donde las ocurrencias de los gobernantes, sumadas a la falta de visión de la clase turística e indolencia ciudadana, impacta al destino en su totalidad.
Con lo mencionado, no debería extrañarnos que se perciba una baja en la captación y derrama de los turistas en Puerto Vallarta y su región, quizá desalentados por un “modelo” de desarrollo que ha basado el “éxito” en la masividad, diluyendo los valores que lo hicieron atractivo. Es posible que hace tiempo hayamos perdimos la brújula encandilados por el mito de progreso y la extracción sin límites ni sensatez.