Los zombies del fentanilo
Aprendiendo a ser feliz / Hania Sosa Contreras / Psicóloga
Pensaba que los videos que circulan en las redes sociales o en la televisión exageraban las escenas en las que muestran a jóvenes caminando por las calles como zombies, con medio cuerpo doblado y totalmente desconectados de lo que acontece a su alrededor, pero hace un par de semanas me tocó verlos en vivo y en directo.
A pesar de lo que se pudiera pensar, no es una escena que cause temor en sí, más bien me provocó mucha tristeza. Sentí mucho pesar por ver a esas personas (jóvenes principalmente, pero no exclusivamente) que tendían a estar en unas calles en particular de la ciudad en la que vacacionaba. Si bien había personas que notablemente eran indigentes, la realidad es que muchas de ellas eran más parecidos a ti y a mí. Por mi izquierda caminaba una mujer que aparentaba tener alrededor de 35 años y a mi derecha un hombre, más o menos de la misma edad. Ambos tenían buen aliño, el joven incluso se veía con un cuerpo ejercitado. Daba la impresión de haber llegado a consumir su dosis justo después de haber salido de su casa, recién bañado, con vestimenta totalmente limpia.
Ver esa escena me hizo cuestionarme muchas cosas, pero sobre todo pensé en lo que ya antes he compartido y sobre lo que he escrito: esa búsqueda por huir de nuestras emociones, obviamente de las emociones desagradables.
No pude evitar preguntarme: ¿Qué tanto pesar pudieran llegar a tener acumulado que han creído que sólo desconectándose del mundo de esa manera lo pueden resolver?
El fentanilo es un opiode sintético que puede ser hasta 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina. ¡¿Lo puedes creer?! Esto quiere decir que esas personas que vi, estaban anestesiadas a su máxima potencia. Lo lamentable de todo esto, es que muchas veces esas personas que se vuelven adictas, terminan así tan sólo con una vez de haberlo probado.
¿Cómo llega alguien a pensar que esa es la solución?
Mi respuesta es que crecemos sin aprender herramientas de manejo emocional; crecemos sin haber aprendido a darnos permiso de sentir malestar y de expresarlo, por lo tanto vamos acumulándolo al grado de no ver otra salida que una anestesia así de potente (o el suicidio).
¿La solución?
Siempre va a ser mejor la prevención. Atender tus conflictos, darle importancia a la salud mental y emocional para no llegar hasta ese punto.
Sí eres padre o madre de familia, considero que es tu deber aprender de crianza respetuosa, un estilo de crianza que permite la expresión de las emociones en un ambiente seguro y que después ayudará a evitar que tus hijos vayan guardando lo que sienten.
Si no tienes hijos pero no expresas tus emociones, también necesitas aprender a hacerlo. No forzosamente se requiere de terapia, pero sin duda es una buena forma de aprenderlo más rápido.
Sin embargo, si ya se está en un comportamiento de ese tipo (ya sea con fentanilo o cualquier otra doga, sustancia o conducta adictiva), debes de saber que hay solución. Se requiere de un trabajo multidisciplinario; se requiere psicoterapia, medicación, nutrición, terapia ocupacional; porque, en resumen, no sabemos vivir. Existimos, pero podemos aprender a vivir.