También existen los dolores buenos
Aprendiendo a ser feliz / Por. Psic Hania Sosa
Ocasionalmente nos encontramos en situaciones en las que podemos experimentar un dolor emocional que, aunque no sea placentero, podría catalogarse como un “dolor bueno”. A lo mejor a simple vista no logres identificar qué situación podría entrar dentro de esta categoría, pero te lo explicaré a continuación.
Intenta pensar en algún momento de tu vida en el que hayas sentido culpabilidad. ¿Lo tienes? Pues bien, en esa ocasión en la que te sentiste culpable, estabas experimentando algo que podríamos denominar <dolor bueno>. ¡Ojo! No me refiero a las ocasiones en que las personas se sienten culpables durante mucho tiempo, o que casi cualquier cosa la están analizando porque consideran que algo pudieron haber hecho mal. Siempre hay extremos en las situaciones. A lo que yo me refiero es a esos hechos aislados en los que cometemos un error, nos equivocamos y herimos de forma inintencionada a otra persona, pero que no es un sentimiento que nos esté atormentando todo el día o todos los días; ya que cuando ese sentimiento es constante o persistente, estaríamos hablando de condiciones más patológicas que se deben atender.
Sentirse culpable de manera ocasional significa que tenemos conciencia moral, que podemos distinguir el bien del mal y que también somos capaces de evaluar nuestra conducta. Ese “dolorcito” que produce la culpabilidad o el remordimiento de conciencia es un dolor bueno que, por tanto, deberíamos aprender a aceptar y dejar estar.
Ya en otro artículo compartía que somos intolerantes al malestar o a la incomodidad y cómo es que debemos permitirnos esos momentos precisamente para entender el significado de lo que estamos sintiendo y poder poner manos a la obra.
La gran mayoría de nosotros sentimos culpabilidad más de alguna vez en nuestras vidas, así que todos sabemos lo molesto que es. Quisiéramos desaparecer ese sentimiento, regresar el tiempo y deshacer lo hecho para evitar sentirnos así en ese momento. Ese análisis es hasta cierto punto favorable. Nos permite justo lo que decía hace un momento, evaluar nuestra conducta. Lamentablemente no podemos regresar el tiempo para borrar o corregir el error, pero sí podemos analizar de qué forma podemos reparar el daño y tratar de asegurarnos de no volver a cometer el mismo error en el futuro. En cambio, si eres una de esas pocas personas que no sienten culpa o remordimiento, temo decirte que eres un psicópata.
Visto de esa manera, no está mal sentir esos dolor buenos ¿no crees?
Me gusta insistir en que tenemos que amigarnos con nuestras emociones; todas y cada una de ellas son de gran utilidad, son un radar que nos va diciendo por dónde vamos, qué deberíamos hacer o dejar de hacer. Nos permiten hacer ese análisis tan valioso como el del chequeo emocional que sugería en otro artículo.
Como bien decía el filósofo griego Sócrates “una vida sin examen no merece la pena ser vivida”.