La Pascua y el Arte

Voceros Incansables / Por Félix Fernando Baños

Cuando Juan Zocchi definió acertadamente el arte, diciendo que “es la figuración, y trata de ser la transfiguración, del drama de la vida del hombre sobre la tierra”, se fundamentó en dos obras, cuyos autores elevaron el drama hasta la sublimidad, transfigurándolo: la Novena Sinfonía, de Beethoven; y el altar de Isenheim, de Matthias Gothardt Neithardt, más conocido como Mathis Grünewald.

El altar de Isenheim es un retablo o políptico articulado, que puede estar cerrado, semi abierto o completamente abierto. Lo forman nueve paneles, pintados sobre tablas de madera de tilo entre 1512 y 1516,

En las tablas centrales del políptico cerrado, Grünewald representó la crucifixión. La cabeza del cadáver de Cristo cuelga con pesadez sobre el torso contraído, la boca abierta, crispados los dedos de ambas manos volteadas hacia arriba, y los pies torcidos violentamente en el aire, debido a la longitud del clavo que los atraviesa para fijarlos a la cruz. La lividez del cuerpo resalta las escoriaciones dejadas por los azotes y lo recorta sobre la tormenta, que ya invade de tinieblas la cumbre del Gólgota. En el grupo a la derecha del Crucificado, María Magdalena, de rodillas, se arquea en un gesto de súplica desesperada, manifestando su profundo dolor e impotencia. María, ya anciana, de pie, con vestido negro y toca blanca, arropada en un manto blanco, se deja sostener por el evangelista Juan, a quien la confió Jesús en el patíbulo para que la asistiera en su lugar como hijo. Así lo hace Juan, pero despavorido al ver el rictus de angustia que deforma su rostro maternal y aprieta sus manos.

La escena es terrible. Grünewald pintó la maldad misma, que se descarga sin piedad sobre unos seres inocentes triturándolos física y moralmente en la mayor desolación, en el más grande desamparo.

Sorpresivamente, un Juan Bautista hirsuto y harapiento se yergue impasible a la izquierda, señalando con su índice derecho el cadáver, mientras sostiene con la izquierda la Sagrada Escritura, abierta en el sitio donde se profetiza que esa era la celebración de la Pascua verdadera, el paso definitivo de la opresión más abyecta a la libertad total. Así lo ratifica el cordero pascual degollado y, sin embargo, vivo, de pie junto al Bautista y apoyado en una cruz, de cuyo pecho brotan dos chorros de sangre que recoge un cáliz. El aparente triunfo del mal al morir el Crucificado, fue sólo el momento sacrificial de la Pascua.

Cuando el políptico queda semiabierto, continúa el relato pascual en sus cuatro paneles. A la derecha, Grünewald describió el comienzo de la liberación de la humanidad cuando el Verbo se encarnó, seguido por los paneles centrales que narran su nacimiento, festejado por una orquesta de ángeles. Finalmente, en el panel de la izquierda, pintó el momento culminante de la Pascua, la liberación absoluta de la humanidad del mal y de la muerte, para empezar en la persona de su vencedor, Cristo, el primero de los resucitados. fbanoslopez80@gmail.com