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SanaMente / Ana Paula González Toledo / Psiquiatra

El daño que genera la cosificación de la mujer en la mente colectiva es enorme y no parece parar

Me siento muy contenta de que esta columna se publique en el periódico hoy 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Cuando me di cuenta de la fecha, pensé en la oportunidad de tocar un sin fin de temas. La lista era larga, impacto psicológico de la desigualdad, estrés relacionado a las exigencias sociales por ser mujer, maternidad, abuso sexual, feminicidio etcétera, y aunque me costó trabajo, finalmente me decidí por el cerebro de la mujer. Es un mito que existan diferencias visibles a simple vista que distingan el cerebro de una mujer y el de un hombre, pero molecularmente las diferencias son muchísimas.

Una de las principales fuentes de energía cerebral son las hormonas. En el caso masculino la testosterona, en el femenino los estrógenos. Y no hay problema con eso, la diferencia estriba en que a diferencia de los estrógenos, la testosterona se mantiene estable durante la vida del hombre y es hasta los 50 – 60 años que los niveles de testosterona comienzan a decaer de manera paulatina. Para nosotras las mujeres el escenario es otro. Las distintas etapas reproductivas que vive una mujer a lo largo de su vida, provocan que la energía cerebral sea inestable. Tan solo de este hecho se deslindan trastornos como, síndrome premenstrual, depresión postparto, ansiedad depresión, insomnio y migrañas. Así como distintos síntomas, como bochornos y fallas de la memoria en la menopausia.

Se podría inferir que esto impactaría en la funcionalidad y en la capacidad mental de las mujeres, pero no es así. A pesar de sufrir constantemente importantes desbalances químicos, las mediciones del rendimiento indican que las mujeres son igual o más, racionales, agudas y agiles mentalmente que los hombres. Esto se debe a evolución. La carga mental y la responsabilidad afectiva, son fenómenos en el que la mujer forzosamente ha tenido que estar constantemente al tanto de todo. De lo que haga falta, sobre o suceda en su ambiente. Lo que ha resultado en que la mujer logre analizar simultáneamente cantidades de información más grandes que el hombre. Las capacidades lingüísticas entre ambos sexos son notorias, las mujeres resolvemos eficientemente los conflictos por medio del diálogo. También tenemos mayor capacidad de verbalizar nuestras emociones y pensamientos de manera fluida y comprensible para el interlocutor.

Saber que la biología nos somete, me parece suficiente como para que también la sociedad lo haga. La cultura es tierra fértil para trastornos de la conducta alimentaria como anorexia y bulimia. El daño que genera la cosificación de la mujer en la mente colectiva es enorme y no parece parar.

Atiendo día con día a muchas mujeres en consulta. Me gustaría tener la cifra exacta, pero sin dudarlo diría con seguridad que he tratado más pacientes mujeres que hombres. No por que estén “más mal”, sino porque en mi experiencia son ellas quienes piden ayuda más a tiempo y habitualmente son quienes luchan por salir adelante, por su familia y por sí mismas.