Vivir con miedo
SanaMente / Ana Paula González Toledo / Médico psiquiatra
La gran ola de violencia en la que estamos inmersos nos somete al miedo. Y no es para menos, no hay autoridad. Despiertas con la noticia de una niña de cuatro años torturada y abusada hasta su muerte, en una costa del país intentan “robarle” a una periodista por medio de puñaladas, mientras que en otro estado entran dos hombres a verdaderamente robar la casa de una mujer mayor de edad. Esta última termina viva aunque golpeada, pero tal vez lo peor que le hicieron los criminales fue dejarla llena de miedo.
Podrán señalar culpables, en los mejores de los casos encerrarlos tras las rejas por poco o mucho tiempo y bajo situaciones desfavorables, quedan personas impunes a la ley o incluso ayudadas a huir por la misma. Detrás de cada carpetazo, de cada noticia viral, existen muchos otros acontecimientos que no llegan a los ojos u oídos de muchas personas. Ninguno de nosotros estamos absueltos de experimentar situaciones de violencia, no sabemos cuándo pasará o incluso ya nos ha sucedido. Ambas opciones nos producen miedo. Una por la posibilidad y otra por los recuerdos.
Entonces, ¿se le puede denominar ansiedad a vivir asustados de una violencia que inciertamente nos espera en el futuro, o solo tenemos miedo? Porque miedo y ansiedad son dos conceptos similares, más no iguales. Ambos nos dejan intranquilos y tensos, sin embargo, el miedo es aquel que se siente frente a una amenaza real, disminuye o aparece a medida que nos acercamos o alejamos de aquello que nos hace sentir en peligro. Por otro lado, la ansiedad surge con una causa que no es fácil de identificar, es complejo nombrar una sola raíz de sentirse ansioso o señalar las especificidades de ella. El miedo provoca un estado de emergencia para luchar contra lo que nos pone en riesgo y la ansiedad nos vuelve hipervigilantes a la espera de algo catastrófico que pudiera o no pasar y que no está frente a nosotros.
Aun así, definiendo dos palabras, es difícil esclarecer las emociones que nos genera existir en un mundo violento. Sí, no está predicho que justo en este momento, caminando por la calle, de la nada alguien intente asaltarte o abusar de ti. Tampoco está predicho que no te pasará. Y cuando ya has estado ahí, encarando la violencia, parece inevitable ignorar el terror de las probabilidades.
Además, ¿qué harán al respecto las autoridades? Existen muchas opciones; las más comunes: revictimizar, encubrir, ignorar, tomar por mentira, minimizar, dejar para después, ejecutar un trabajo mediocre. Los actos de violencia se vuelven novedades de importancia pasajera en donde no tiene espacio la justicia.