Trascender para ser mejores

Red Interna / Humberto Famanía Ortega

Educar es un acto de amor, de generosidad y de gratuidad

Cómo podemos justificar nuestra existencia para lograr ser mejores en todos los aspectos de la vida, cuando alrededor nuestro encontramos múltiples problemas que inciden en nuestra manera de ser. Creo que lo más importante es buscar los valores que alimentan el alma, y como consecuencia tener un valor real de nuestro actuar por la vida. Los enumero: Respeto, compromiso, tolerancia, profesionalismo, responsabilidad, sentido de pertenencia, confianza, equidad, integridad y justicia, son algunos de los más importantes.

En la sociedad en la que nos desarrollamos, muchas veces por vicios traídos por personas de otros países, nos hace ser esclavos de sus costumbres y tradiciones, situación que a veces por la novedad en sus formas de ser las adoptamos. Es por eso que tenemos que comportarnos de acuerdo a las bases morales otorgadas por nuestras familias.

Necesitamos crear conciencia, sobre todo en estos tiempos tan difíciles, urge reconstruir la humanidad en esta tierra otorgada por el Creador, es el primer trabajo que nos exige la misión de paz que tenemos hoy, porque la violencia camina y destruye, solo si la persona le presta su mente y cuerpo para actuar, y así no se trasciende. El secreto se encuentra en el amor, es el peldaño que nos hace dirigir con rumbo nuestra vida.

Por otro lado, la importancia de estar en constante preparación nos facilita incursionar por senderos más amplios y seguros. Ningún proyecto político, económico, ideológico o social, debe de ver a la educación como un botín o instrumento de poder. La educación, en sí misma exige claridad de intención, de operación y de fin. Por eso educar es un acto de amor, de generosidad y de gratuidad.

Gobierno y sociedad deben articular juntos, con la máxima participación social posible, si queremos construir un futuro más digno y solidario.

Pues bien, la búsqueda de la trascendencia suele relacionarse con un intento de acercamiento a Dios a través de la meditación y la oración. En cierta forma implica reconocer que somos seres mortales, y que existe un camino para permanecer en el tiempo y en el espacio que esta fuera de lo corporal.