¿Trabajas para vivir o vives para trabajar?
Aprendiendo a ser feliz / Por Psic. Hania Sosa
Con frecuencia me encuentro en la consulta con problemáticas que no existirían o se solucionarían de inmediato, si las personas tuvieran alguna forma saludable de disminuir sus niveles de estrés.
Vivimos una época en la que muchas veces se dice con orgullo: “No me queda tiempo para nada”; significando que son tantas las actividades que se tienen que realizar en el día a día, entre el trabajo y las responsabilidades del hogar, que no hay tiempo restante para utilizarlo en otras actividades, como podrían ser el ocio o el ejercicio.
Cuando platicas con un niño o un adolescente acerca de qué quiere hacer de grande, seguramente tendrá una respuesta que, aunque no sea la definitiva, sí puede que tenga una claridad en cuanto a la pregunta “¿para qué quieres hacer eso?”. Los más jóvenes todavía no olvidan que quieren trabajar porque hay un fin específico de realización con ese trabajo. Por ejemplo: “quiero ser bombero porque quiero ayudar a apagar incendios y que las personas estén a salvo”; y si le preguntaras qué quisiera hacer con el dinero que gane, seguramente tendría muy claro lo que se quiere comprar y adónde quiere ir con ese recurso. ¿Por qué los más grandes empezamos a perder de vista esto?
Mi respuesta es que nos va atrapando la vida y vamos llenando nuestras agendas de actividades que no son realmente necesarias, o a las que les que podríamos dedicar menos tiempo (como a ver la televisión, jugar videojuegos o estar en las redes sociales) para que así podamos utilizar ese tiempo creando otro tipo de momentos en los que se logre tener los efectos de la disminución del estrés, pero sobretodo, de un disfrute más pleno. Asimismo, también creo que perdemos de vista el “para qué” debido a que crecemos sin haber aprendido a administrar nuestro dinero y empezamos a endeudarnos o a mantener un estilo de vida superior al de nuestras posibilidades reales al comprar cosas de las que podíamos prescindir, para entonces poder utilizar nuestros ingresos de tal manera que podamos ir ahorrando para llegar a la posibilidad de gastarlos en experiencias, más que en objetos.
A estos pacientes que me suelo encontrar con los padecimientos relacionados con el estrés, les pregunto: “¿Cuándo fue la última vez que salieron a bailar? ¿Cuándo fue la última vez que salieron de vacaciones o fueron al cine?” La mayoría puede responderme que han sido meses, sino es que años, desde la última vez.
Entonces yo me pregunto: ¿Para qué tanto trabajo si no es para vivir? Muchas veces sólo estamos sobreviviendo, pasando de un día a otro, de un mes a otro y de un año a otro, sin que esos días, meses o años se diferencien unos de otros.
Empecemos por hacer pequeños cambios que nos lleven a lograr esos objetivos para que así logremos tener una experiencia de vida más satisfactoria.
Sé que suena fácil de decirlo, pero con adecuada orientación y disciplina, no resulta tan difícil en realidad.