Recomendaciones para abordar temas incómodos

Aprendiendo a ser feliz / Por: Psicóloga Hania Sosa

Las conversaciones incómodas no rompen los vínculos que valen la pena. El silencio sí.

¿Te ha pasado que intentas tener una de estas conversaciones tan necesarias, pero que a pesar de haber existido la mejor de las intenciones, no se logra un buen desenlace? No te sorprendas, esto es más común de lo que solemos aceptar.

Abordar temas incómodos sin que esto resulte en un caos requiere de ciertos elementos, pero antes de adentrarnos en el cómo hacerlo efectivamente, analicemos un poco el por qué resulta tan difícil.

Desafortunadamente, y como es bien sabido por todos, los que somos adultos en este momento crecimos en condiciones muy distintas a las que ahora están viviendo los pequeñitos que están creciendo en familias donde ya se empieza a dar lugar a las emociones. Cuando los adultos de hoy fuimos niños, la gran mayoría creció en hogares en donde no sólo no se daba lugar a las emociones, sino que también sucedía que muchos temas eran censurados. ¿Te suenan familiares algunas de las siguientes frases? “No hables de eso porque le puedes hacer sentir mal”, “Hablar de dinero es de mala educación”, “Esos temas no son apropiados”, etcétera.

Pues bien, el asunto es que crecimos en ambientes de analfabetismo emocional y de ahí que, por no poder nombrar las emociones, tampoco podía permitirse que surgieran temáticas que de alguna u otra manera llevaran a que se generaran dichas emociones, ya que al no saber ni siquiera darles su lugar, mucho menos existía la posibilidad de poder gestionar la emoción que pudiera surgir ante ciertas temáticas; entonces lo más sencillo era evadir. Así pues, crecimos aprendiendo a callar.

Por otro lado, también hemos crecido intolerantes a la incomodidad. Lamentablemente, sobre este aspecto no puedo afirmar que la cosa vaya mejor, sino todo lo contrario. En la actualidad las generaciones están creciendo todavía con mayor intolerancia a la incomodidad. Entonces, si sumamos lo que ya venía sucediendo debido a la nula práctica que se tiene para entablar temas de conversación que puedan tocar cuestiones emocionales aunado al hecho de que, hoy menos que nunca, sabemos permitirnos estar incómodos, el resultado es una mayor dificultad para atrevernos a sacar ciertos temas de conversación.

¿Cómo resolvemos esta encrucijada? Aquí te comparto algunas recomendaciones básicas:

  1. Cuando tengas que hablar de algo que podría resultar incómodo, primero escríbelo. Escribir (y si es a mano es aún más efectivo) nos ayuda a desacelerar, a acomodar nuestras ideas y a darnos cuenta si lo que estamos externando podría entenderse como deseamos o no.
  2. Una vez que tengas listo el mensaje que quieres transmitir, asume que no forzosamente te va a salir tal cual lo ensayaste. Lo importante habrá sido darles orden a las ideas.
  3. Sacrifica un momento agradable. No olvidemos que, si estamos tranquilos, sin un altercado que haya iniciado la conversación (como usualmente suele pasar), nuestra mente estará en mejores condiciones para realizar ese trabajo. Podremos prestar más atención, nuestra memoria será mejor, así como también nuestra capacidad de comprensión. Ambas partes estarán receptivas y no a la defensiva.
  4. Si detectas que tú o la contraparte ya se encuentran presos de una emoción desagradable, suspende la charla. Es mejor pausar y volverlo a intentar más adelante, dar tiempo a que el cerebro vuelva a la calma. Para retomar el tema puedes preguntar ¿es ahora un buen momento?
  5. Escucha para comprender, no para defenderte. Intenta permitir que la persona termine de dar su punto antes de querer debatir o defenderte. De preferencia, evita hacerlo por completo, al menos en ese momento. Puede incluso pausar el tema y permitirte reflexionar sobre lo escuchado para que, en otro momento, tengas oportunidad de responder.
  6. Toma en cuenta que abordar temas incómodos puede requerir de varios intentos. No fuerces la resolución del tema en una sola ocasión si esta no sucede de manera espontánea.

Evidentemente esto es más sencillo decirlo que hacerlo. Ten paciencia, requiere práctica. Tomemos en cuenta una frase que recién leí en las redes: “Las conversaciones incómodas no rompen los vínculos que valen la pena. El silencio sí.”