Pacto de honor

Red Interna / Por: Humberto Famanía

No provoquemos la ira del pueblo, porque el pueblo es sabio, y después será más difícil controlarlo

Cuando existen ideales comunes y el deseo de cohesionarlos en torno a un proyecto bien estructurado, con un rumbo definido y una cultura participativa, plural y democrática, nuestra comunidad vallartense puede transformarse. Nuestro objetivo debe ser siempre un bienestar tangible para todos.

Sin embargo, cuando surgen falsos redentores que predican a diario sobre honestidad, unión familiar y moralidad, y que proclaman ser los artífices de la transformación, olvidan que muchos vallartenses tenemos memoria histórica. Hemos seguido los pasos de esos vendedores de esperanza, cuya única hazaña ha sido asegurar su supervivencia personal. Su apoyo a las causas nobles del pueblo siempre está condicionado a satisfacer sus propios intereses.

Esos personajes ya están señalados. Hoy, la imagen de Vallarta es confusa. El orden y la disciplina se extinguen; las tradiciones y costumbres se pierden día con día. Mientras no se preste la debida atención a las opiniones divergentes y a propuestas alternativas, y mientras la terquedad ocupe un lugar preponderante en la conducción del pueblo, su futuro será incierto. Con el tiempo, sus habitantes nunca perdonarán a los causantes de tal infortunio.

Me pregunto a diario: ¿no valdría la pena unir nuestros esfuerzos? ¿Hemos madurado en la prestación de servicios turísticos? ¿No podremos, también, madurar como ciudadanos? El egoísmo y el protagonismo nos perjudican.

No provoquemos la ira del pueblo, porque el pueblo es sabio, y después será más difícil controlarlo. El daño a nuestra comunidad sería irreversible y de consecuencias funestas.

Estamos seguros de que, con ideas que marquen un rumbo claro y con voluntades convocadas hacia un nuevo proyecto, la población se solidarizará en un gran esfuerzo que aumente la productividad. Solo así alcanzaremos el bienestar tan anhelado.

Es crucial que todos tomemos conciencia: al sacrificar utilidades individuales, contribuimos a la estabilidad de un sector social deteriorado por problemas económicos.

Hoy es urgente que el Estado y la empresa concilien intereses, dejando atrás rivalidades para marchar juntos en paz y concordia por el bien de los mexicanos.

Es tiempo de tomar decisiones que nos permitan avanzar hacia un desarrollo integral, buscando satisfacer las necesidades más apremiantes. Sobre todo, debemos adoptar una auténtica política social que cumpla con las demandas populares, desvinculada de cualquier interés partidista.

Hagamos, pues, un pacto de honor. Dejemos atrás las intrigas, los recelos y las amarguras del pasado, y transformémoslos en retos. Colaboremos con el pueblo en acciones con metas comunes, respetando las distintas ideologías.

Formemos un frente unido para seguir avanzando en el progreso de nuestra región, para garantizar la seguridad de nuestros visitantes y la armonía en nuestras amadas familias.

Asumamos con orgullo nuestras raíces. Demostremos nuestro valor ante la adversidad, impulsando con fortaleza nuestras aspiraciones en torno a la grandeza de nuestra sacrosanta tierra. Actuemos siempre con lucidez en cada decisión.