Operación cicatriz y paz mental
Educación y Parentalidad / Dr. Jesús Cabral Araiza
“La paz interior es el resultado de reentrenar tu mente para que procese la vida como es, no como te gustaría que fuera”.
Wayne Dyer
Dentro de la complejidad psicológica que somos los seres humanos, tenemos uno de los sentimientos más poderosos y que es motor de muchas de las motivaciones que nos mueven en la vida. Me refiero al sentimiento de la envidia. No es fácil manejarlo muchas veces y se requiere de madurez en muchos sentidos para saber que ya se tiene bajo control.
Curiosamente, uno de los primeros e importantes pasos es reconocerlo, saber que se ha caído en esa sensación de querer lo que el otro tiene o que a uno le pase lo que le ha sucedido al otro, solo por ese deseo de estar en su lugar, no por merecimiento alguno. Y en efecto, como reza el dicho, la envidia es una declaración de inferioridad.
En estos tiempos y en los anteriores, la envidia ha sido un importante motor que ha movido a la humanidad desde que hay interacción humana; ha derrumbado líderes y naciones y sigue siendo un sentimiento mezquino, poco placentero, que produce alteraciones y conflictos diversos, individuales y sociales.
Siendo este sentimiento de dimensiones tan negativas, ¿será posible manejarlo o controlarlo? Pues bien, aunque las soluciones no son fáciles, resulta que sí se puede hacer mucho. En todos los casos se requiere valor y madurez para acabar con él y no permitir que crezca como un cáncer.
Ahora bien, como sociedad mexicana, sabemos que tenemos grandes valores, pero también algunos retos por superar. Uno de ellos es considerar superar las grandes divisiones que nos aquejan. Muchas de ellas nos las construimos y otras culturalmente no las hemos podido resolver en mucho tiempo. Estamos divididos por partidos políticos, fútbol, aspectos religiosos o ideológicos en general. Cuando el tema de la envidia entra en el tema del ego personal y el clima competitivo y narcisista que tenemos los mexicanos, el reto parece monumental. Tristemente, muchas veces peleamos por realidades de las que apenas vemos la punta del iceberg, no conocemos las verdades a fondo, pero nos peleamos por lo que creemos y aseguramos que “así es”. Ejemplos de ello: “Fue penal o no”, “Tal partido es el bueno”, “Mi religión es la verdadera”, entre otras motivaciones.
Por ello, y a fin de sanar un poco, le propongo esta estrategia:
- Considere que el otro puede tener argumentos mejores que los suyos.
- Trate al que piensa diferente a usted con el respeto que usted desea que lo traten.
- Relájese al máximo para considerar opiniones o argumentos diferentes a los suyos.
- Piense en la posibilidad de cambiar su manera de pensar radicalmente, reconociendo su error y que este no es sinónimo de debilidad alguna.
- Considere que nadie es infalible o perfecto, muestre humildad ante lo que no sabe o no puede manejar mejor que otro, pero igual reconozca lo bueno que tiene usted o hace bien.
- No pierda amigos o personas por tratar de cambiarlos para que piensen como usted, es un principio de respeto.
En estos tiempos post-electorales, le dejo una frase que sigue vigente después de muchas décadas: “A los políticos y a los pañales hay que cambiarlos seguido… y por las mismas razones”. George Bernard Shaw. Le deseo energía para afrontar la vida. Gracias por su lectura.