Nueva modalidad del delito: “homicidio culposo”

Dr. Marco Antonio Inda Caro / Médico de Familia

Qué tragedia: pensar que en la adolescencia uno lo tiene todo, y perder la vida por no recibir una simple dosis

El homicidio culposo es un delito en el que se causa la muerte de una persona por negligencia, imprudencia o impericia, sin la intención de matar.

En la localidad, una madre lamentaba la muerte de su hijo a causa del tétanos. Esta es una enfermedad prevenible mediante vacunación. Durante décadas no se registraban casos, pues la adecuada cobertura vacunacional había prácticamente erradicado el padecimiento. Sin embargo, en años recientes han resurgido muertes provocadas por la bacteria Clostridium tetani. Esta bacteria se encuentra en el suelo, en las heces de animales y humanos, y en superficies de herramientas oxidadas. El tétanos se contrae cuando las esporas de dicha bacteria ingresan al organismo a través de una herida o corte, especialmente si son profundos o están contaminados con tierra o estiércol.

En Bahía La Herradura, hace unos meses, falleció un adolescente de 13 años. Según relató su madre, el menor, junto a su hermano de 15, tomó sin permiso una motocicleta. En medio de la adrenalina, ambos transitaban sin protección ni precaución alguna, hasta que derraparon, provocando severas laceraciones en el cuerpo del más joven.

Hicieron caso omiso tanto la madre como el padre, a pesar de que las heridas penetraban hasta el tuétano del menor, exponiendo sus tejidos a la intemperie, a la fatalidad, al bullicio de millones de microorganismos de la microflora bacteriana, micótica y viral que habita en todo el microcosmos. “El ser humano es una réplica en pequeña escala del universo”. Esta teoría sugiere una relación de espejo entre el individuo y el cosmos, donde los elementos del universo también se encuentran presentes en el cuerpo y la mente humanos.

La bacteria lo invadió con esporas hasta la médula. La madre relató que cuando su hijo comenzó a presentar espasmos musculares, fiebre, sudoración y dificultad para hablar, lo llevó a un hospital público sin recursos suficientes. Ni siquiera lo había registrado para obtener el beneficio de la seguridad social, a pesar de que su padre contaba con ese derecho. La gravedad del caso obligó al personal a gestionarle el alta en el sistema de salud. Ya en un hospital de alta especialidad, fue intubado de inmediato.

Su cuerpo, lánguido y terroso, lucía pálido, falto de circulación sanguínea, como si la muerte lo acariciara con ternura, fruto de la imprudencia, la negligencia y la falta de pericia. Bastaba una vacuna para evitar ese viaje sin retorno.

Qué tragedia: pensar que en la adolescencia uno lo tiene todo, y perder la vida por no recibir una simple dosis. Ya no quiero pensar más.