Miasis: una parasitosis que revolucionó la industria farmacéutica y agrícola
Medicina Familiar / Por: Dr. Marco Antonio Inda Caro / Médico de Familia
La primera vez que vi a un paciente con miasis cutánea fue en mis inicios como estudiante, hace más de 25 años. Se trataba de un paciente en claro estado de “abandono familiar y social”, internado en un hospital público —antes llamado Hospital General—. Era un señor de la tercera edad con una herida cruenta en la piel del muñón, producto de una amputación por encima de la rodilla, con antecedentes de diabetes tipo 2 (diabetes del adulto), que además se encontraba en un régimen de rechazo al tratamiento: mal cuidado, mal aseado y sin familia que respondiera por él.
Íbamos a realizarle una curación, y al lavarle la herida, las larvas se escondían entre los tejidos de una piel prácticamente podrida. El paciente se encontraba alerta y consciente. Su herida presentaba múltiples fístulas, también conocidas como “conejeras” (por su parecido con las madrigueras de los conejos). Una característica clínica de esta enfermedad es que, una vez que las fístulas se llenan de líquido, las larvas —al ser oxígeno-dependientes— deben salir a respirar.
Recuerdo que, en aquella ocasión, podían encontrarse hasta cinco larvas visibles al mismo tiempo. La forma de ayudarlo consistía en cuidar la herida: mantenerla limpia, cambiar las gasas, controlar su nivel de glucosa y administrarle antibióticos de amplio espectro para cerrar o disminuir las fístulas. Sin embargo, esto resulta casi imposible en este tipo de pacientes debido al alto costo de los cuidados, el material de curación y, sobre todo, los medicamentos.
Al ingresar al cuarto, era evidente cómo las moscas se posaban sobre su herida y lo infestaban sin dificultad. Estos pacientes, por enfado, descuido o depresión, dejan de cubrirse, lo que facilita aún más la infestación. El olor era desagradable, nauseabundo, pútrido; una mezcla entre carne echada a perder y tejido en descomposición. Es una imagen tristemente común entre muchas personas que hoy, en vida, se encuentran en abandono familiar y social: encerradas en cuartos de casas donde los familiares tienen que salir a trabajar, o solas, sin nadie que las vea o esté pendiente de ellas.
Este tipo de pacientes existen en todas partes; han estado presentes a lo largo de la historia y no dejarán de existir. No solo se trata de personas en situación de calle, sino también de individuos que, aunque habiten un hogar, viven en condiciones de abandono. Algunos están en casas con recursos económicos, otros sin ellos. Son casos que la sociedad reconoce como “abandono”, y sus enfermedades son el reflejo de ello.
La miasis, como muchas otras enfermedades, no es exclusiva de la pobreza, sino también del abandono familiar y social. A esto se suma el historial frecuente de incumplimiento en el tratamiento por parte de los pacientes. En muchos sentidos, esta enfermedad es comparable con la vivida por personas en situación de calle… aunque tengan un techo.
¿Seguiremos viendo pacientes con miasis?
Sí. Este padecimiento nunca ha dejado de existir, y no dejará de hacerlo.