“Mi mayor satisfacción fue ayudar a la gente”: Mtra. Hildelisa López
Por: Miguel Ángel Ocaña Reyes
Originaria de Ahualulco, pero criada en Mascota, y radicada en Puerto Vallarta Jalisco, la maestra Hildelisa López es una mujer cuya historia de vida es inspiración y ejemplo de tenacidad, trabajo, compromiso, vocación y amor al prójimo.
La existencia de la maestra Hildelisa supera a la ficción de una novela, pues desde muy tierna edad se enfrentó a las más difíciles situaciones, como quedar huérfana con sus dos hermanas apenas a los once años, y enfrentarse a un destino que fue forjando con la fuerza de su carácter y su voluntad inquebrantable
Infancia
Hildelisa nació en 1927, hija de Amado López y Guadalupe Rodríguez, tuvo dos hermanas, Teresa, la mayor, y Martha la menor, con quienes convivió hasta los once años, pues el fallecimiento de sus padres en Mascota Jalisco las dejó en la orfandad.
El destino quiso que su prima mayor, Rosa Pérez de 18 años, la acogiera con sus hermanas por un breve periodo hasta que tuvo que viajar a Guadalajara con su familia, dejándolas nuevamente a la deriva.
Sin embargo, la familia Nungaray Ávalos recibió a las tres hermanas, a dos las enviaron a la ciudad de México donde fueron recibidas por familiares lejanos, mientras Hildelisa quedaba al cuidado de Paulita Nungaray, una mujer mayor que vivía sola y tenía algunos bienes, una mujer muy querida entre la sociedad de Mascota Jalisco.
Adolescencia
La vida de Hildelisa al lado de Paulita Nungaray se desarrolló con toda tranquilidad, disfrutando de una infancia feliz y llena de aventuras, pues desde entonces ya mostraba esa cualidad de líder que la caracterizó durante su edad adulta.
“Mi infancia fue muy buena, porque no viví con una carga de cuidados, de estar interviniendo en mi vida de esa edad, yo vivía mi vida a los once años… la señorita con la que yo vivía era una señorita que no tenía familia, muy caritativa, y tenía recogidas a algunas personas, no muchas, pero hizo una familia con gente de diferentes orígenes, había un muchacho que habían dejado a propósito en Mascota porque no era “normal”, luego estaba una señora sola que trabajaba en un molino y ahí iba a comer, luego había otra muchacha más grande que yo, que esa llegó de Guadalajara, porque era maestra de mecanografía y caligrafía, y la invitaron de la sociedad, uno de los importantes de Mascota la llevó para que hiciera una academia en Mascota, y fue hospedarse a la casa, entonces esa ya era otra hija. También había otra más chiquilla que yo, hija de una sirvienta que ahí la dejó, todos éramos una familia que marchábamos como se presentaba la cosa, pero pasó que mi madre adoptiva se quedó sin bienes, entonces abrió una casa de huéspedes que tenía muchas recámaras, era una casa grande con jardín en medio, trascorral donde estaba el horno, las caballerizas, y la gente de los alrededores llegaba ahí, muy conocidos de Paulita, porque ella era conocida de toda la región, era comadre de toda la gente, ahí llegaban a hospedarse.”
Nuevas inquietudes
A los 18 años, Hildelisa conoció a una amiga que constantemente le platicaba sobre Puerto Vallarta y su forma de vida, eso le motivó nuevas inquietudes, como estudiar y aprender más del mundo, situación que la llevó a tomar decisiones importantes para su futuro.
“Cuando yo ya crecí, vi la necesidad de estudiar algo. A mí me pasaron cosas indecibles que yo no me explico, como a los trece años teníamos casa de asistencia y cada quién tenía su trabajo, y en esa vez que pasaba la gente de la región a Talpa y pasaba por Mascota, tuvimos la visita de varias personas, a mí me tocó ser la mesera, y cuando fui a la mesa, se me quedó viendo una señora y me dijo: “¿Cómo se llaman tus papás?, ¿qué haces aquí?”, yo le respondí y me contestó, “¿sabes?, tú eres mi hermana”, era mi media hermana, mi papá era casado por segunda vez con mi mamá, él tenía familia en Ahualulco, y ella me contó que tenía un hermano que todavía no se casaba, que era ejidatario, y que si yo quería podía irme con ella, y es que en ese entonces yo sólo trabajaba y no estudiaba ni nada, y mi media hermana me dejó su dirección diciéndome que cuando yo me decidiera me mandaría dinero para irme a Guadalajara.”
“Por supuesto que yo me quedé maravillada y con ganas de irme. Una vez me regañó Paulita, que nunca me había regañado, y le dije, “Mejor me hubiera ido con mi hermana”, y respondió, “no te fuiste porque no quisiste”, eso me llenó de un sentimiento tan grande que dije, me voy a ir, y ya tenía todo listo, compré mi veliz, pero Paulita me dijo que no me iba a ir sola, sino con las maestras que iban a Guadalajara para que me entregaran con una comadre y ella a la vez me llevaran con mi hermana.”
“Así pasó el tiempo y cuando ya estaba lista para partir, le dije a Paulita que ya se acercaba el día de irme, pero me respondió, “fíjate que no te vas a ir, porque yo tengo más derecho en que te quedes conmigo, porque viniste aquí hace más tiempo, los parientes te conocieron ahora, tú dime qué quieres estudiar aquí, y te voy a regalar esa máquina de Singer, te voy a mandar de vacaciones a Guadalajara para que conozcas, ahí te vas con mi comadre después te quedas un tiempo con tus primas”, pues yo estaba maravillada, todo me lo cumplió Paulita, ella no quería que yo me fuera.”
Ante tal circunstancia, la joven Hildelisa le pidió a Paulita acudir al, a lo cual accedió, en ese entonces conoció a un maestro de la escuela 20 de noviembre en Puerto Vallarta, que era huésped de la casa donde trabajaba y que se casó con su amiga Raquel, ambos la llevaron a Puerto Vallarta.
Tras hablar con Paulita Nungaray, Hildelisa emigró a Puerto Vallarta a los 18 años, para enfrentar una nueva etapa en su vida.
Juventud en Puerto Vallarta
El cambio de una ciudad a otra fue impactante para Hildelisa, quien, acostumbrada a un estilo de vida, se enfrentó a nuevas costumbres, las cuales, adoptó muy bien integrándose a la vida costeña.
“Yo llegué a Puerto Vallarta con la familia del señor Primitivo Quintero y Ramona de Quintero, que fue una casa que encontró Paulita Nungaray y ahí me dejó… aquí me educaron, allá en Mascota yo era como salvaje, sacaba los caballos de la casa, y yo y mi amiga cabalgábamos, hacíamos tantas cosas, me imagino yo que todo eso lo hacía como respuesta a la vida que yo tenía de solitaria, porque no tenía parientes ahí, a mí me gustaba mucho convocar muchachos y los invitaba cortar las cañas de los cañaverales, a cortar los mangos, y me seguían, ahora yo pienso, yo hubiera sido una guerrillera (sonríe divertida), me inspiraba eso, era muy traviesa… en una visita al DF de vacaciones, los parientes de Paulita eran guardaespaldas del Presidente de la República, ellos iban a practicar al Campo Marte, me llevó su sobrino y me enseñó a echar balazos, ¡y me encantó!, cuando llegué a Puerto Vallarta, Primitivo pertenecía al Club Cinegético, y me llevaba con él, me dejaba practicar, y luego si nos íbamos a la playa mis amigas y yo, me llevaba escondida la pistola y ahí echábamos balazos, era una cosa tremenda”
“Ya instalada en Puerto Vallarta, el maestro trajo a su esposa y a mí de Mascota a dar clases, yo ya había practicado antes, y él se sentía responsable de su actuación, pero las maestras estaban celosas de que nosotros éramos de otra parte y no le daban oportunidad a las profesoras de aquí.”
“Vallarta era muy bonito, Los Muertos era el principal lugar de encuentro de la gente, porque la gente del barrio se iba a la playa y llevaban sus cazuelas de comida, y era un intercambio de comida entre la gente, la gente muy amable, a mí me acogieron con mucho cariño, gente ya grande que fueron mis amigas…”
Vocación
Las circunstancias de vida hicieron que Hildelisa poco a poco se involucrara en la educación, entregando su mejor esfuerzo y buscando en todo momento la excelencia en sus alumnos.
“A mí me hizo maestra el director que me trajo, y yo tenía ganas de huir, entonces él me puso un segundo año, y su dirección estaba en seguida, y siempre estaba al pendiente, yo le tenía que presentar mis clases por escrito y él se sentaba a verme, en ese entonces jugaban competencias la escuela 15 de Mayo y la 20 de Noviembre, que era una de niños y una de niñas, y siempre les ganaba mi grupo en lectura y escritura a las niñas.”
Liderazgo sindical
Durante su juventud en Puerto Vallarta, la maestra Hildelisa hizo grandes amistades con quienes disfrutó de variadas y divertidas aventuras que le hicieron conocer a mucha gente, que desde entonces la conoció por su picardía, don de gente y atrevimiento.
Tras varios años de trabajar en la escuela, la maestra Hildelisa se caracterizó por su liderazgo y carácter firme entre las profesoras, lo cual le permitió encabezar al gremio para exigir sus derechos y lograr diversos beneficios, convirtiéndose así en una líder que se enfrentó a las imposiciones que reinaban en aquella época.
“A mí me escogieron las maestras de las escuelas de El Tuito, de Tomatlán y Puerto Vallarta, todas me escogieron como secretaria general del Sindicato de Maestros, yo no quise, y no quería, porque no me nacía y ni sabía, nunca había estado en un sindicato, los maestros insistían en que yo fuera, pero yo terca en que no, entonces alguien corrió el rumor en la reunión, “¡ya dijo que sí!”, y mentira, pero se hizo un alboroto, ahí me inauguré en la política… y ahí empecé a cambiar el mundo… empecé a conocer las necesidades de los maestros, no eran felices con la situación en que vivían, a los maestros que vivían lejos y tenían años queriendo trabajar en la cabecera, los ayudé, los que querían un cambio, yo se los tramitaba, los que estaban enfermos, los íbamos a visitar, o les llevábamos a sus familiares donde nos pedían, yo inicié muchos cambios, total que cuando ya estaba en el puesto, tomé el toro por los cuernos y empecé a hacer mi labor en defensa de los maestros.”
Su férrea voluntad, carácter y objetivos bien claros, definieron siempre la personalidad de Hildelisa, quien siempre fue dueña de su voluntad.
“Yo no bajé la guardia ante nadie, nunca me agaché, yo hice de mi vida lo que yo quise, y hacía lo que yo creía que era bien, porque así me crie, yo sola decidía mi vida desde chiquita, entonces yo no sufrí tanto eso, del qué dirán, me iba al malecón con mi novio, me iba al cine.”
La incansable labor de Hildelisa logró unir a los maestros a través de diversas iniciativas, como los Juegos Magisteriales, en los que acudían profesores de toda la región, dándole así una fuerza nunca antes vista al gremio de profesores, que además tuvo el apoyo del sindicato de Guadalajara.
Sus inicios en la política
Fue tanto su éxito como secretaria del sindicato, y su preocupación por el bienestar común, que años más tarde se inició de lleno en la política, una época de su vida que se destacó por el trabajo social.
“Estando en Guadalajara haciendo un curso de biología, llegó una persona a la escuela a decirme que el Presidente Municipal de Puerto Vallarta, Oscar Rosales, quería que yo fuera representante de las mujeres de Vallarta en un congreso político que iba a haber en Guadalajara, entonces tuve que ir, la líder del grupo de mujeres era Lupita Martínez, esposa de Don Eliodoro Hernández Loza, ella era la dirigente de las mujeres en Jalisco, y a mí me nombró dirigente de Vallarta de las mujeres, duré 30 años porque Lupita no quería cambiarme…”
Militante del Partido Revolucionario Institucional, la maestra Hildelisa recuerda que durante su estancia su mayor interés fue ayudar a la gente gestionando diversos asuntos en las colonias populares, donde trabajó intensamente con su grupo de mujeres.
“Mi mayor satisfacción fue ayudar a la gente, puse una escuela de oficios para mujeres, de corte y confección, peluquería, primeros auxilios, inglés…”
La maestra Hildelisa laboró 36 años en la escuela 20 de Noviembre y 26 en la ETI de manera ininterrumpida, fue regidora durante el periodo de Jorge Lepe, y también con Fernando González Corona, convirtiéndose en una ciudadana ejemplar hasta que se retiró de la política, sin embargo, su legado en la educación todavía permanece entre los alumnos que educó y todas las personas que ayudó.