Lo que realmente nos hace felices

Socialmente hablando ¡Sí! Nos daría mucha felicidad que podamos tener el gobierno perfecto
Por: M en E Marisú Ramírez Muñoz Letras Sahumerias masryram@msn.com

 Hoy en día la existencia transcurre irremediablemente en los brazos del materialismo, nada nuevo ¡Ciertamente! Pero alguna vez nos hemos preguntado ¿Qué es lo que realmente nos hace felices?  

Las respuestas pueden ser múltiples y variadas, donde cada cual hablaría desde el punto de vista de su momento histórico, de sus empeños, experiencias y vivencias personales y muy importante: desde sus propias carencias; eso es indiscutible. 

Poder, fortuna, amor, éxito, fama, sex appeal, dinero, suerte, talento, intelecto, salud; la codiciada lista podría ser interminable… Dime qué presumes y te diré de qué careces. Lo anterior lo vimos hasta el hartazgo en días pasados, donde la diversidad de candidatos, discursos y propuestas políticas se convirtió en un verdadero anti poder confusivo de sufragio para elegir a nuestros representantes en el gobierno. Dios quiera que los ciudadanos hayamos elegido bien en las urnas.  

Socialmente hablando ¡Sí! Nos daría mucha felicidad que podamos tener el gobierno perfecto. Obviamente eso es una utopía y no sólo en nuestro país. Baste recordar cuantos días como hoy hemos vivido, donde comienzan a fluir los resultados de las elecciones. Muchos sentirán un gran agujero en sus bolsillos, algunos sentirán una gran decepción, otros se relamerán los bigotes por que han resultado triunfadores… Los bemoles de la contienda.  

Por desgracia los ciudadanos estamos en medio de esta vorágine socio-política, aunada a una ancestral y paradigmática sensación en la boca del estómago, además de tener el inevitable sentimiento por las grandes decepciones políticas sufridas históricamente.  

Algunas personas refieren que México ya no tiene remedio. Sin embargo, se ha hecho mucho hincapié en mejorar comportamientos de forma individual lo que a la larga irradia energía positiva en el entorno inmediato, si cada día alguien cambia y se mantiene ecuánime en su postura tarde o temprano influiría de forma positiva en los demás, logrando un gran impacto a largo plazo. No hay otro camino ¡O somos, o no somos! De forma contraria seguiremos sufriendo las nefastas consecuencias. No hace falta remontar acontecimientos, todos tenemos conciencia histórica.  

Por otra parte, es necesario redundar en esa gran mentira que menciona Jim Humble en las 7 Leyes de la lógica y las dos grandes mentiras, donde se menciona que a los seres humanos históricamente se nos ha condicionado con que el sentido de la vida es ganar, olvidando las inolvidables experiencias de contender. Vaya reto para dominar el Ego.   

Por ello, políticamente hablando, ¿qué nos daría mayor felicidad a los ciudadanos? Para responder este cuestionamiento Aristóteles, uno de los grandes filósofos de la cultura occidental, cuya influencia está aún vigente en el pensamiento contemporáneo, mencionó en una de sus famosas frases: “Sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego”.  

Los ciudadanos no somos un juego, nuestras ciudades tampoco. En estos momentos ya no se puede improvisar, ni sacar propuestas maquilladas como ases bajo la manga. Los tiempos ya no están para ello. Urge detectar las verdaderas prioridades, la sociedad ya no puede, -ni debe- vivir de “Pan y Circo” esos tiempos ya se acabaron y deberían de ser enterrados en la prehistoria.  

En la actualidad salta a la vista la infelicidad social, por doquier observamos miradas severas, con cubre bocas ya no sabemos quién es quién, ya nadie saluda, todos desconfiamos de todos. 

Ojalá que pronto, logremos esa ansiada felicidad social, que con inteligencia conquistemos una buena conciencia, sumando logros y bienestar generados por gobiernos sanos, que verdaderamente tengan deseos, intereses y necesidades comunes y afines con todos los ciudadanos. 

Todos podríamos convenir que así sea, no puede existir felicidad individual sin felicidad social, ya que ésta última es determinante para crear ese estado de plenitud tan dilatadamente añorado. 

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