La importancia del silencio
Aprendiendo a ser feliz / Hania Sosa / Psicóloga
¿Cuándo fue la última vez que estuviste, aunque sea unos minutos, sin tener la televisión prendida o sin estar escuchando la radio o sin tener los audífonos puestos?
No quieras auto engañarte intentando considerar el tiempo que pasas dormido o el tiempo que pasas bañándote (si es que son los únicos momentos en que hay ausencia de música o de conversaciones). La reflexión de hoy va relacionada con una realidad que cada vez viven más personas; y tiene que ver con el hecho de que no sabemos estar en silencio. Si no recuerdas cuándo fue la última vez que lo hiciste de manera intencional, quizás necesites dedicar un poco más de tu atención a este tema.
El problema de vivir conectados a tantos aparatos se ha ido extendiendo a más áreas de nuestra salud física y mental.
Hace algunas décadas, las únicas preocupaciones relacionadas con el hecho de estar mirando una pantalla eran los problemas visuales y, quizás en menor grado, los auditivos. Los padres de familia de aquella época seguramente recordarán decirles a sus hijos con frecuencia: “No te sientes tan cerca de la televisión”, o “Bájale el volumen a la televisión”.
Sin embargo, una vez que la televisión se apagaba, no cualquiera tenía tan fácil acceso a llevarse el estímulo consigo mismo a todos lados. Algunos podían tener un walkman o discman para escuchar música en sus audífonos, pero como tenías que estar cargando con los casettes o los cds, no había mucho repertorio; por lo cual, en un determinado momento, quizás no mayor a dos horas, apagabas el aparato porque te quedabas sin música.
Hoy esto es casi imposible. Mientras tenga pila tu celular, casi podrías tener qué escuchar ilimitadamente, sin pausas. Sin silencios.
En la actualidad, nuestros cerebros están sobresaturados de estímulos, y todos estos estímulos, ya sea que te des cuenta o no, nos agotan. Necesitamos aprender a estar en silencio para volver a conectar con lo que acontece a nuestro alrededor.
Te propongo que lo hagas justo en este momento. Detén la lectura unos segundos solamente, quita la música o silencia cualquier ruido proveniente de algún aparato que esté generando música o conversaciones, y presta atención a cualquier otro tipo de sonido que esté ocurriendo de manera espontánea o natural a tu alrededor. Yo, por ejemplo, acabo de prestar atención al sonido de los periquitos que suelen estar en el árbol que se encuentra en el parque, cruzando la calle donde vivo… y mientras me permito escuchar ese sonido, también me puedo percatar del ruido que hacen las aspas del ventilador, y el de un coche al que le acaban de cerrar, y también el sonido de las teclas que voy presionando mientras escribo. Al mismo tiempo, pude observar cómo cambió mi respiración mientras estuve poniendo atención a los sonidos. Este pequeño ejercicio puedes realizarlo todos los días, incluso varias veces al día, y con esto le darás un pequeño descanso a los estímulos que constantemente están bombardeando a nuestro cerebro. Si te lo permites, prolonga esos minutos de silencio por más tiempo cada vez, y poco a poco te irás dando cuenta de cómo esos espacios de silencio le van agregando calidad a tu vida, porque estarás abonando a tu salud tanto física como mental. Inténtalo y promuévelo con tus seres queridos. Notarás las diferencias.