La corona de la Parroquia de Guadalupe
Voceros Incansables / Por Félix Fernando Baños
En la isla del río Cuale hay vaciados en bronce que son propiedad del H. Ayuntamiento, pero también tallas o construcciones. Estas dos últimas técnicas escultóricas se han utilizado poco en Puerto Vallarta a causa de su ambiente marino, ya que por estar las obras al aire libre padecen mayor deterioro que en otros lugares y suelen durar menos.
La talla es tan antigua como el vaciado. Ambos ya están presentes desde las más antiguas realizaciones de la Edad de Piedra. En el vaciado la escultura se obtiene, en todas sus etapas, añadiendo: Se van agregando materiales plásticos mezclados con agua hasta obtener la figura que se desea, y sólo hay remoción de los sobrantes. En la talla, en cambio, el proceso es inverso: Se elimina material, sin que haya posibilidad de reponerlo. En efecto, se quitan de la piedra las porciones que sean necesarias para lograr la figura, utilizando cinceles golpeados por marros, otros instrumentos de desgaste y también abrasivos, según la dureza relativa del material y la textura que se quiera dejar en el terminado.
La construcción, por el contrario, es una técnica contemporánea. En ella se utilizan los mismos materiales y procedimientos de cualquier edificación.
El concreto u hormigón es un caso particular, porque es un vaciado, pero también puede tallarse, al igual que las piedras. De hecho, es una roca sedimentaria, sólo que en proceso de compactación, lo que logrará aproximadamente en doscientos años. Así que los concretos fabricados por mesoamericanos y romanos, ya son auténticas piedras. Asombra pensar que sea una sola piedra, y de producción humana además, la cúpula semiesférica del Panteón de Agripa, inaugurada en Roma el año 126, que pesa 4,535 toneladas y tiene un diámetro de 43.44 metros, pero así es.
El concreto es interesante para nosotros porque fue el único material disponible en Puerto Vallarta cuando se fabricó la primera escultura monumental, la de don Miguel Hidalgo, inaugurada en el parque que lleva su nombre en 1958, obra del maestro José Esteban Ramírez Guareño. Del mismo autor, y vaciada en el mismo material por las mismas razones, es la corona del campanario de la parroquia de Guadalupe, cuyo bonete destruyó el temblor del 9 de octubre de 1995.
El problema principal que tienen las esculturas en concreto es su armazón de varillas. Con el calor del sol, el concreto se dilata durante el día y se contrae por la frescura o el frío de la noche. De esa manera se generan fisuras, por las que escurre la humedad, y luego el agua de la lluvia, hasta la armazón, cuyas varillas se oxidan y corroen.
El maestro Mario Rendón Lozano, quien fuera dos veces Director de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado de “La Esmeralda” y luego Coordinador del Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Colima, una autoridad en la materia, investigó ampliamente las esculturas de concreto en México, y encontró que, en promedio, sólo duran veinte años si están armadas con varillas. fbanoslopez80@gmail.com