Incongruencias parentales

Educación y parentalidad /Por: Dr. Jesús Cabral Araiza

Los padres olvidan que, si desean hijos sanos, necesitan predicar con el ejemplo

“Mi propia prescripción para la salud es menos papeleo y más correr descalzo por la hierba”.  Terri Guillemets

No tengo duda de que la empresa más importante en la vida es la de ser padres, pues engloba la tarea de formar personas mejores que nosotros mismos. Esta labor presenta muchos retos, tanto por nuestra propia historia de crianza como por los “nuevos tiempos” que nos toca vivir, con los cambios socioculturales, legislativos y tecnológicos que estos conllevan.

Sin embargo, en medio de esta serie de transformaciones, hay ciertas constantes determinantes e inamovibles. Una de ellas es la educación parental. Así es: en casa se establecen las bases para un crecimiento inicial sólido —o no— que determinará si una persona se desarrolla integralmente. Y si bien no todo depende de los padres, y los hijos pueden, en determinado momento, seguir buenos o malos ejemplos, lo cierto es que la ejemplaridad deja huella en el psiquismo infantil y determina, en gran medida, qué tipo de persona será en el futuro.

Veamos algunos ejemplos. Recientemente, con la nueva ley federal que prohíbe vender “alimentos chatarra” en las escuelas de México, se han presentado situaciones interesantes. De acuerdo con el periódico El Economista, a partir del sábado 29 de marzo de 2025 entró en vigor en México la prohibición de venta y promoción de comida chatarra en todas las escuelas del país, como parte del programa “Vida Saludable” impulsado por el gobierno federal. Con esta medida se busca reducir los altos índices de obesidad infantil y juvenil, ya que actualmente el 37 % de los niños entre 5 y 11 años padecen obesidad, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del INEGI.

Hasta aquí todo parece correcto, pero conforme esta medida se ha ido aplicando, son algunos padres de familia quienes, literalmente, ponen el mal ejemplo. Por una parte, hacen caso omiso a dicha ley al desacreditarla y, por otra, colocan en la mochila de sus hijos alimentos chatarra, los cuales saben —o deberían saber— que están prohibidos por ser perjudiciales para la salud. Pero eso sí, quieren “hijos sanos” (sic).

Otro mal ejemplo, muy relacionado con el anterior, es la actitud frente a la actividad física y el deporte. Los padres olvidan que, si desean hijos sanos, necesitan predicar con el ejemplo, no solo con instrucciones ni inscripciones a clubes deportivos solo para los niños. La activación física es —o debería ser— una obligación para todos, más aún si consideramos los altos índices de obesidad y los problemas de salud asociados, tanto en niños como en adultos. Es decir, estamos criando seres sedentarios, con malos hábitos, propensos a enfermedades; pero eso sí, luego nos quejamos de la calidad de vida y culpamos al gobierno de todo.

Aclaro que no defiendo a los malos gobiernos, pero me queda claro que el primer gobierno, el más importante, es el que uno ejerce sobre sí mismo: el gobierno de la voluntad, del cambio y de la acción. Y esto repercute directamente en nuestros seres más queridos. ¿No cree usted?

En realidad, por donde se le vea, amable lector, la salud es una inversión. Los hábitos y acciones que emprendamos para conservarla siempre redundarán en una mejor calidad de vida para quien desarrolle habilidades orientadas a su bienestar.

Le dejo aquí una recomendación: una excelente psicóloga que trabaja en la formación de hábitos saludables para niños y adultos, de forma remota o presencial desde Guadalajara. Le deseo salud integral. Psic. Iris Lorena Gómez 33 3955 8077