El viejo Vallarta: familias que dan fortaleza a esta comunidad
Red Interna /Por: Humberto Famanía Ortega
En estos tiempos difíciles, es un verdadero privilegio asistir a eventos donde la unidad familiar y comunitaria se hace presente. Como aquellos desayunos tradicionales en los que participan los “patas saladas”, vallartenses de pura cepa, donde no solo se disfruta de exquisitos manjares, sino también de una convivencia que fortalece los lazos de esta tierra.
Mi más profundo respeto para estas familias, especialmente para esas grandes mujeres vallartenses que, con el corazón en la mano y una sonrisa perpetua, hacen que todos se sientan como en casa. Su calidez humana irradia el orgullo de pertenecer a esta tierra prodigiosa, que clama por la unidad de sus habitantes.
Tradición y fe: pilares de la comunidad
En múltiples ocasiones, hemos sido convocados por los párrocos de la sacrosanta Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe –joya arquitectónica y espiritual de Vallarta– para participar en eventos que refuerzan nuestra identidad. Desde las peregrinaciones tradicionales del “viejo Vallarta” hasta la famosa romería en agradecimiento a “nuestra Morena del alma”, estas actividades son muestra de fe y gratitud por los milagros recibidos.
Actualmente, el padre Arturo Arana, párroco de la iglesia, lidera una importante reconstrucción de la cúpula, ícono de esta tierra amada. Este proyecto no solo preserva nuestro patrimonio, sino que también refleja un lema que muchos llevamos en el corazón: “Por la conservación de nuestras raíces, cultivemos la amistad y las buenas costumbres”.
Familias que construyen historia
En estos encuentros, destacan decenas de mujeres –algunas con canas blancas y paso lento, pero con una energía indomable– que comparten el pan y la sal con sus paisanos. Muchas son descendientes de los fundadores de este puerto, hombres y mujeres cuyo esfuerzo y tenacidad forjaron la costa norte de Jalisco. Su sabiduría es la savia que nutre nuestro orgullo y nos recuerda nunca olvidar nuestros orígenes.
La convivencia en estos eventos es un torrente de vitalidad. Cada familia asistentes tiene algo valioso que aportar, ya sea una anécdota, un consejo o simplemente su presencia. Estas reuniones no solo elevan el espíritu, sino que también son un instrumento para fortalecer la unidad, especialmente en un mundo tan convulsionado.
Amor a la patria: un legado que nace en casa
Cada año celebramos las fiestas guadalupanas, donde el fervor y el agradecimiento a la Virgen de Guadalupe se manifiestan con singular devoción. Estas fechas nos invitan a reflexionar sobre el amor a nuestra tierra, que va de la mano con el amor a la familia, la casa, el pueblo y la identidad.
Amar a México, a Jalisco y a Puerto Vallarta no es un acto de patriotismo ciego, sino de gratitud y honradez. Como bien dice el refrán: “Amamos a la patria no porque sea perfecta, sino porque le pertenecemos”. Nos cobija, nos forma y nos da identidad, compartiendo tanto sus carencias como sus riquezas.
Un llamado a la acción
Hoy más que nunca, debemos:
Estudiar nuestra historia y honrar a quienes lucharon por forjar esta patria.
Preservar las lenguas originarias; si alguna es parte de nuestra herencia, aprendámosla y usémosla con orgullo.
Respetar nuestros símbolos patrios, como la bandera –considerada la más bella del mundo– y el himno nacional.
Defender el español sin limitar su riqueza, pues es parte fundamental de nuestra identidad.
Este amor a la patria se aprende en casa. Enseñemos a nuestros hijos a valorar sus raíces, porque solo así fortaleceremos el futuro de México.