El terrorismo arancelario de Donald Trump

Hablemos en serio / Por: Dr. Javier Orozco Alvarado / Ex rector del Centro Universitario de la Costa / Universidad de Guadalajara

Desde su retorno al gobierno de los Estados Unidos en enero de este año, Donald Trump ha mantenido e instrumentado sus amenazas de imponer aranceles recíprocos y aranceles especiales a casi todos los países del mundo, incluidos México y Canadá, quienes son sus principales socios desde la entrada en vigor del Tratado Comercial en enero de 1994.

Hoy el mundo está desconcertado ante el asombroso viraje de política exterior de los Estados Unidos, quien desde el fin de la Segunda Guerra Mundial impulsó un nuevo orden económico internacional basado en la cooperación, a partir de los acuerdos de Bretton Woods en 1944; con lo que se puso fin al largo periodo proteccionista que se prolongó desde la Primera Guerra Mundial, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial (1914-1945). 

Bajo ese nuevo orden, con el liderazgo de los Estados Unidos se impulsó el liberalismo económico, la creación del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la instauración del dólar como moneda de referencia en las transacciones internacionales para facilitar la reconstrucción de Europa.

Por más de ochenta años el mundo vio a los Estados Unidos como el líder indiscutible de la democracia, de la paz mundial, del libre mercado, del desarrollo económico, de los derechos humanos y del desarrollo científico y tecnológico. Hoy Estados Unidos es percibido como el principal enemigo de la economía mundial, de la paz internacional y de los derechos humanos.

Pareciera que Donald Trup prefiere encerrarse en sus fronteras, porque teme a la competencia internacional y, mediante amenazas, pretende mantener su liderazgo mundial, ahora que China lo está desafiando económica, comercial y tecnológicamente.

El terrorismo arancelario de Donald Trump refleja el temor a ser desplazado por China, quien está demostrando una gran capacidad para liderar un nuevo orden mundial, no sólo por su enorme potencial económico y comercial, sino por su actitud colaboracionista con el resto de los países del mundo, que se ven amenazados por la guerra comercial.

En realidad no sabemos si Estados Unidos prefiere regresar al proteccionismo o seguir compitiendo por la supremacía mundial; si pretende regresar a su pasado agrícola, a las fábricas de chimenea y a las energías fósiles.  O si lo que buscan es desestabilizar el sistema financiero internacional para debilitar el dólar, abaratar sus activos fijos para atraer inversión extranjera y propiciar la venta de bonos basura para reorientar la concentración de riqueza entre sus aliados en el gobierno.

Tanto China como los Estados Unidos mantienen una fuerte interdependencia comercial, pero en la que  Donald Trump tiene más que perder; en primer lugar, porque Estados Unidos depende de por lo menos seis tierras raras, chips, celulares, computadoras, superconductores y otros bienes que le provee el gigante asiático para sus complejos tecnológicos. Además, China es un gran consumidor de productos agropecuarios, gas, aviones Boing y maquinaria pesada.  En este escenario es muy probable que China acabe con el liderazgo de los Estados Unidos y a Donal Trump le salga el tiro por la culata, frente al creciente poderío del gigante asiático y su capacidad para controlar la oferta y demanda mundial de bienes de consumo masivo y de alta complejidad tecnológica.