El Niño Sobre el Caballo de Mar
Voceros Incansables
Por Félix Fernando Baños
“El Niño Sobre el Caballo de Mar”, popularmente conocido como “El Caballito”, obra del maestro Francisco Rafael Zamarripa Castañeda y símbolo turístico de Puerto Vallarta, es la más meridional de todas las esculturas públicas que se encuentran dentro del perímetro urbano del puerto. Fue instalada en la playa de Pilitas, entre las playas de Los Muertos -al norte- y Conchas Chinas -al sur- en 1968, año en que se cumplió el cincuentenario del cambio de nombre del Puerto de las Peñas de Santa María de Guadalupe a Puerto Vallarta y de que fuera erigido en municipio, y año también en que adquiriera la categoría de ciudad.
La idea de que una escultura identificara mediáticamente a Puerto Vallarta, fué del licenciado Óscar De la Torre Padilla, Jefe del Departamento de Turismo de Jalisco, quien juzgó que tenía características propias tan irrepetibles que lo hacían único como destino turístico y, por lo mismo, de visita imprescindible. Así como la Torre Eiffel es la marca inconfundible de París; el Cristo del Corcovado, de Río de Janeiro; y la estatua de la Libertad, de Nueva York; así Puerto Vallarta debía ser reconocido a simple golpe de vista por un símbolo distintivo. Y encargó su creación a un talentoso profesor normalista que luego estudió en la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Guadalajara.
Enseñoreando el balneario más popular y tradicional de Puerto Vallarta desde una roca de su propia playa, este vaciado en bronce, el segundo instalado en la ciudad (el primero fué la estatua de Luis Ignacio Vallarta Ogazón, actualmente en la Plaza de Armas), representa un niño -de unos ocho o diez años- cabalgando desnudo sobre un caballito de mar, que se volvió gigantesco cuando emergió del océano para servirle de montura y dirigirse hacia Los Muertos, donde están congregados los bañistas, a los que el niño saluda efusivamente con el brazo derecho y el rostro alegre. El sombrero de charro que cuelga a sus espaldas lo identifica como jalisciense, sin lugar a duda.
Figurar como niño a Puerto Vallarta, en cuanto destino turístico, significó adoptar una clara postura en la materia. No sólo alude Zamarripa a su reciente acceso al mercado internacional, sino sobre todo al conjunto de valores que brillan en la acogida que un niño hace a sus amiguitos, invitados a compartir su fiesta. Son los mismos valores que Manuel Lepe universaliza en un Puerto Vallarta habitado exclusivamente por niños y frecuentado sólo por ángeles niños. En su solemnidad heráldica, el escudo de la ciudad lo expresa también con el cálido apretón de manos del anfitrión y su huésped. El turismo, según insisten ellos, es un intercambio humano, no una compra-venta, aunque requiera del comercio para realizarse. Por eso, su expresión ideal es la sincera actitud de servicio de los niños. Si vivimos esa actitud, Puerto Vallarta será la “amplia casa, fraterno lenguaje”, que pide su Himno.
Vocero incansable, “El Niño Sobre el Caballo de Mar” reitera el significado del turismo en el destino de que es símbolo.