El Limonero de Tata

Ilustración de Sio/laura.tcm@hotmail.com

Por: Cristina Gutiérrez Mar

cucus.cgm@gmail.com

Yo estaba en casa de mi abuela, cocinera excepcional, preparábamos una tarta de pera, y mi abuela dijo: el limonero que tanto te gusta de la finca de Tata, ha sido cortado. Miré y sólo vi las peras recién cortadas, deliciosas, simpáticas. ¿Y mi árbol favorito?

El limonero degollado. ¡No quiero ser yo cortada, grité en silencio. El hojaldre está crujiente y dorado, con pinceladas de oro rosa. Observo a mi abuela cortando sin delicadeza las peras y, pienso en mi árbol asesinado.

Voy a contar algo: la tarta está quedando deliciosa y no quiero comerla. En la tarde vendrán todos a comer tarta y beber té de lavanda, en la noche quedará sólo migaja.  Mi limonero era un ser inusual, tenía dos troncos; uno más delgado que el otro, daba grandes limones y las semillas sabían a carnaval.  Ojalá tuviera de esas semillas para procrear un hijo de él. Con gusto me daría un limón dulce y se lo pondría como ingrediente especial a la tarta de pera.

Voy a decir un secreto: Cuando yo era una niña de cinco años, me sentaba en el jardín húmedo de Tata y recargaba mi frente en ambos troncos del limonero, justo en medio; me gustaba encararlo, verlo a los ojos, escucharlo, sentirlo y además, nos comunicábamos telepáticamente. En alguna ocasión me contó que tenía miedo de morir en pedazos, cortado, desmembrado. Yo le prometí que nunca lo permitiría. Ahora han pasado treinta y cinco años, no logré cumplirle.

Mi limonero ha muerto, lo dejé morir con su mayor miedo. Fue cortado como mi abuela corta las peras y yo, yo estoy sangrando.

Sangro por dentro, sangro por mi árbol, sangro porque el cuchillo ha cortado mis recuerdos y un pedazo de mi dedo. En realidad ha sido leve la cortada; para mi abuela amerita una buena lavada con alcohol. Seguro merezco sufrir un poco de ardor y aun no entiendo por qué ha sido cortado mi limonero. Ya casi tendremos que colocar la tarta en el horno, dentro de poco vendrán todos a celebrar el cumpleaños de Tata.

¿Será que al ver a Tata en el vestíbulo sea capaz de enojarme con ella por cortar mi limonero?, ¿será que le embarraré la tarta en la cara?, ¿será que le guste la tarta de pera?

Lo único que sé es que yo no comeré; por ahora sólo meteré al horno la tarta de peras cortadas.  Observo por el vidrio grueso cómo la tarta muerta se maquilla para ser deglutida. Mi limonero seguro no tuvo conciencia de lo que harían con él, justo cuando los machetes lo rodearon como una maldita presa.

Todos llegan a la casa de mi abuela, abrazo a Tata con mucho cariño por su cumpleaños número noventa y ocho. Su piel está cortada por los años. Tal vez, al final de cuentas, así moriré yo: cortada por el paso del tiempo.

Probé la tarta de pera dorada, era la tarta  más deliciosa que había comido jamás.

Cucus

(Este cuento es inspiración de la forma de escribir de Clarice Lispector)