El Himno de Puerto Vallarta – Estrofas Históricas

Voceros Incansables / por Félix Fernando Baños

En resumen, los valores que canta la segunda estrofa son históricos y sociales, expresados poéticamente.

Primera Estrofa:

Vino a dar a la selva una rosa

          por Juan Diego cargada en su ayate:

     Era el Puerto Las Peñas, que late

     con creciente vigor en la historia.

      Lleva el alma de México impresa

 en la tez de la Virgen mestiza;

 tiene esencia de soles y brisa,                                                                                       

                                                           Guadalupe por nombre de gloria.

En el primer cuarteto de la estrofa se imagina que una de las rosas que Juan Diego cargó en su ayate para llevarlas al obispo de México, fué trasplantada por don Guadalupe Sánchez Torres y cofundadores en el paraje selvático de El Carrizal al fundar el Puerto de las Peñas de Santa María de Guadalupe el 12 de diciembre de 1851.

La primera figuración, la rosa trasplantada, adquiere en el tercer verso otra: como si fuera un embrión que inicia su desarrollo hacia el nacimiento y luego hacia la adultez, la rosa trasplantada late “con creciente vigor” y, –en otra figuración más–, es en el campo de la historia en donde esos latidos se perciben cada vez más fuertes. Es una manera sucinta –pero completa– de narrar el desarrollo de nuestra población y su impacto en el país y fuera de él, ya que desde rancho ha crecido hasta metrópoli, siempre dentro de la fusión física y cultural, progresiva y viviente, o mestizaje, propiedad esencial de la condición de ser mexicano.

Desde luego, es una ficción que el rancho de Las Peñas haya sido una de las rosas que iban en el ayate de Juan Diego; pero la ficción se inspira en la historia comprobada, no de unos hechos cualesquiera, sino de los fundacionales de Puerto Vallarta.

Este cuarteto se corresponde con el cuartel superior izquierdo del Escudo de Puerto Vallarta, que también alude a su fundación. Allí, junto a una palmera –símbolo de la vegetación local—se ve la primera casa, la de don Guadalupe Sánchez Torres, a la vera del océano.

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En el segundo cuarteto, se sintetiza el mestizaje de México en su primera manifestación, la imagen de la Virgen de Guadalupe, códice que es al mismo tiempo indígena y europeo, y particularmente en su rostro, cuyos rasgos son mestizos.

El verso “tiene esencia de soles y brisa”, intercalado en el segundo cuarteto, define a Puerto Vallartacon la variada presencia etérea, sutil y luminosa del sol y de la brisa a lo largo del año, evocado simultáneamente por el aura solar que reverbera la Guadalupana. Es también un eco de las imágenes utilizadas en el coro.

Segunda Estrofa

Nuestro puerto prosigue la ruta

                                                    que Vallarta a Jalisco indicara

 sin desmayo, con vida preclara,

 buen gobierno y grandeza civil.

                                                     Noble cepa, preclaro futuro,

                                                      rubricaron a Puerto Vallarta

 la amistad, que los odios aparta,

                                                    la alegría y el trato gentil.

La segunda estrofa alude en primer lugar a las virtudes cívicas del licenciado Ignacio Luis Vallarta Ogazón, cuyo primer apellido se convirtió en el nombre de nuestro municipio a partir de 1918, virtudes que los vallartenses están invitados a seguir para vivir armoniosamente y en paz.

Este primer cuarteto de la segunda estrofa se corresponde también con el cuartel inferior izquierdo del Escudo de Puerto Vallarta, “que representa el motivo por el que la Comisaría de Las Peñas fue elevada a Municipalidad y el por qué del cambio de nombre a Puerto Vallarta.”           

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El segundo cuarteto generaliza el pasado y el futuro de Puerto Vallarta.

En el tronco que está bajo tierra, unido a las raíces (“cepa”), se simbolizan el fundador de la población (don Guadalupe) y aquél cuyo apellido (Vallarta) le fue dado por nombre en 1918. El verso los ve asociados a los orígenes, primero del poblado y luego del municipio –en que se convirtió el poblado–, como una especie de “padres fundadores” cuyo influjo se realizó en épocas diversas.

La calidad de la cosecha depende en buena medida de la cepa de la que procede. Siendo tan noble la de Puerto Vallarta, su futuro se avisora radioso. Por eso es que ambos extremos existenciales, el origen (noble cepa) y el porvenir (preclaro futuro), metafóricamente personificados, le hacen donación, confirmando con su firma y su rúbrica (“rubricaron”), de tres grandes bienes sociales: la amistad, la alegría y la gentileza en el trato.

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